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¿Hay democracia en los partidos?

Raúl Héctor Campa García
Martes 09 de Agosto de 2016
 

Un elemento fundamental de los procesos democráticos, es la libertad que deben tener los ciudadanos de elegir a otro para algún cargo público, tratándose de política. Entendiéndose a ésta como el acceso al poder para servir a la sociedad que por mayoría expresa un pueblo con voluntaria decisión.

Los Partidos políticos son o deberían ser un instrumento para que los ciudadanos libremente se manifiesten a través de ellos, a quien prefieren poner como dirigente de un gobierno.

Ningún partido puede argumentar una contienda democrática al exterior, si al interior de los mismos, sus dirigentes no son electos por sus militantes libremente; sin presiones, sin compras de conciencias disfrazadas con promesas o apoyos denigrantes a personas militantes de bajos recursos, aprovechándose de su real necesidad. Quizás estos tengan esa “justificación” por su precaria situación. A otros quizás los convenzan no con argumentos ideológicos; más si con algunas concesiones de puestos (candidaturas, regidurías o alguna chambita, o pertenecer a la “élite del poder interno” etc.), lo único que tienen que hacer, es obedecer la línea dada por el superior en el mando y su grupo de colaboradores para asegurar el continuismo en el poder. A esto, algunos pragmáticos lo llamarían “democracia dirigida”, ya que por esos apoyos o concesiones, principalmente para algunos líderes al interior, los premian por servir de intermediarios en la inducción del voto. Eso para fines prácticos, no encaja en lo que es democracia: “concepto político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo de elegir y controlar a sus gobernantes”.

Si bien es cierto, en un pueblo con necesidades básicas y poca educación, sin cultura política, el ejercicio democrático es un riesgo, ya que son fácilmente manipulables con promesas y supuestos apoyos. Aquí es donde entra la labor de jefes sectoriales, comandados (previo “maiceado”) por algunos líderes de Partido o líderes de algún “corporativismo” sindical.

Pero también esto se da en las cúpulas de clases medias, altas y en las empresariales que por consiguientes, las seducen con las concesiones que se dan de alto monto. O sea estructuran una “democracia dirigida” para sus fines.

Cuando en el País la hegemonía del poder, era PRIvativa de un solo partido, se simulaba una “democracia”, controlada por el gobierno, con elecciones de Estado. El gobernante en turno, no solo elegía al presidente de SU – de él- partido, también al candidato a suplirlo en el poder; el famoso “tapado- destapado”. Una función de circo sexenal al pueblo, que “se adaptó tácitamente a esa farsa, a una falsa “democracia”. Actualmente eso persiste a la fecha al interior del “ex-partidazo”.

Por aquellas épocas, existían dos principales corrientes de oposición: un partido “era de verdadera izquierda” y otro de “derecha”, que con trabajo sobrevivían a la sistemática represión del gobierno. Hasta que el Partido –único-gobierno, les empezó a dar juego a esa oposición, para despresurizar la inconformidad de una parte de la población que militaba en esos entonces valientes partidos, harta de la “dictadura perfecta” –como la llamó Vargas Llosa-.

De esa, entonces dictadura perfecta del partido en el poder, se desprendieron en los años 80 algunos “renegados” para formar tal vez con buena intención una corriente democrática. Fallida, porque de allí se formaron varios partidos que intentan con su participación, a contribuir para llevar políticamente al País a procesos democráticos. Eso también dio margen al asfixiante pluripartidismo.

El origen de la conformación de estos partidos, principalmente de izquierda, fue por falta de elecciones democráticas al interior, para nombrar a sus dirigentes. Con elecciones supuestamente amañadas, heredadas por algunos, de su original partido.

El otro Partido de “derecha-conservadora” había permanecido incólume en sus principios partidarios, siendo ejemplo, en aquellos tiempos, de procesos democráticos a su interior. Todavía no se había infestado del poder externo y la militancia permanecía unida y su credibilidad como un verdadero partido de oposición aumentaba en la ciudadanía, otorgándole algunos importantes triunfos electorales (Primer gobierno de oposición en Baja California y antes algunos municipios; Hermosillo fue uno). Con el acceso democrático al poder en el 2000 y 2006, sus procesos internos se empezaron a “desdemocratizar” por la migración de gentes de otros partidos, que prácticamente llegaron avasallar a la aquella entonces “unida militancia”, queriéndose apropiar o mejor dicho se apropiaron del partido. Desde entonces los procesos internos de elección padecen de lo que tanto se criticaba: Designaciones de candidaturas, por dedazo “divino”, imposiciones a modo. Se comenta de represiones laborales, compra de conciencias, que atentan contra la dignidad de la militancia; se imputan actos de corrupción que los implicados callan y no intentan una frontal defensa –algunos-.

 

Si callan otorgan.

Por esas luchas “intestinas” en todos los Paridos, la ciudadanía no cree que haya elecciones verdaderamente democráticas, en la dirigencia de los partidos. Menos creen en que haya democracia en las elecciones externas.

Se puede creer que el único proceso puramente democrático externo, que se vivió en las elecciones pasadas, en Chihuahua, donde el entonces Candidato a Gobernador Javier Corral, supo convocar con franqueza a la ciudadanía y a otros partidos, para formar un frente opositor ciudadano. Eso fue un garbanzo de a libra para la incipiente o no aterrizada democracia en México.

¿Existe la democracia interna en los Partidos Políticos? Pregunta para los militantes de todos los partidos. ¿Pero, qué

 

 

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