Se le llenaba la boca al director general del Instituto Sonorense de Cultura al anunciar, antes de 24 horas de haber terminado la Feria del Libro 2015, que habían asistido 100,000 personas. No había, a la entrada de las instalaciones, un mecanismo electrónico que llevara la cuenta de los que ingresaban, ni torniquetes, o al menos dos empleados que estuvieran contando con rayitas en un cuaderno. Al señor Welfo Álvarez le gustó la cifra de 100,000 y en 100,000 se quedó.
Lo mismo en el Festival Ortiz Tirado de enero de este año. El último día, cuando aún no concluía el FAOT, anunció –e hizo repetirlo al secretario de Educación-- que habían acudido 80,000 personas y que se había generado una derrama económica de 40 millones de pesos en beneficio de Álamos, que había ascendido a 60. Miente sin pudor pues su objetivo es apantallar con números.
El ISC actual tiene como objetivo hacer muchos eventos, y cuando digo muchos, quiero decir: muchos, muchos, muchos eventos. Ahí van, en bola, el festival de los tamales de Villa de Seris, que consistió en puestos de petates donde un grupo de señoras del barrio vendió tamales hechos en casa, y la Feria de la Pitaya, en Ures, donde se vendieron aguas frescas y pan de esa fruta, y el recorrido por los pueblos del carromato que vende libros, en el afán ilusorio de difundir el hábito de la lectura. Todo se mete en un solo saco.
Los únicos programas sólidos son los que el director actual heredó de sus antecesores: el Concurso del Libro Sonorense, el Fondo Estatal para la Cultura y las Artes, el Festival Ortiz Tirado, Un desierto para la danza, los concursos de artes plásticas, la Feria del Libro, las muestras estatales de Teatro, los concursos literarios para estudiantes de los diversos niveles educativos, Fotoseptiembre.
El joven Welfo Álvarez ignora todo lo que hay detrás de estos programas. No sabe cómo nacieron y se desarrollaron. Y a veces cree que apenas se inauguran al llegar él, por caminos inexplicables, al ISC. Esto fue notorio al anunciar los talleres de la Casa de la Cultura, que tienen más de 30 años, como si se debieran a la actual administración.
Como agravante, hay que subrayar que la gran mayoría de los eventos se llevan al cabo en Hermosillo. Las temporadas de la Orquesta Filarmónica de Sonora (creada en la antepasada administración estatal) y de la Banda de Música del Estado, por ejemplo, se llevan al cabo en Hermosillo. Es evidente que al director del Instituto le preocupa que la gobernadora se entere de su trabajo, aunque no trascienda al resto de la entidad.
Y bien, ¿qué debe hacerse con los recursos que aportan el gobierno del Estado y la Federación?
En el sexenio 1991-1997 los funcionarios comprendieron que para sembrar la semilla de la cultura con provecho era necesario hacerlo en los niños y los adolescentes. Para ello se requería el apoyo decidido de la Secretaría de Educación y Cultura pues sería obligado modificar los programas de estudio para introducir la enseñanza y orientación cultural. Avanzó la idea gracias al impulso que le dieron los doctores Leonel Perú y Fernando Tapia Grijalva, coordinador general del ISC el primero, y coordinador de actividades artísticas de la Casa de la Cultura, el segundo.
El plan se estancó en el sexenio 1997-2003, revivió en el periodo 2003-2009, cuando Tapia Grijalva fue director general del Instituto, y se detuvo en los últimos seis años. Ha faltado continuidad.
En apariencia, hoy se dan las condiciones para fomentar el interés en la cultura desde las aulas, pues el secretario de Educación y Cultura, Ernesto de Lucas, es y ha sido el jefe (en otra posición burocrática) del joven Welfo. Pero ninguno de los dos posee antecedentes del esfuerzo realizado en pasados años y carecen de la sensibilidad y los conocimientos necesarios para entenderlo.
Se diría que hay que resignarse, pero quedan otras salidas, entre ellas, las direcciones de cultura en los municipios. Algo se puede ir avanzando mientras arriba a la Secretaría de Educación un funcionario que vea más allá de los asuntos políticos, y al ISC un director que se preocupe menos por colocar en chambas a sus familiares y más por entender qué es la cultura.
Yo planteo el problema. Veremos si hay opiniones al respecto.
