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¡Feliz 2016!

Jaime E. Mondragón
Domingo 03 de Enero de 2016
 

Antes,  como antes.  Ahora,  como ahora.  (Proverbio Yaqui)
                                      
Sé de la historia de nuestro municipio por lecturas y testimonios que narran los eventos de mayor trascendencia. Este municipio subyuga por sus hechos heroicos, sacrificios apenas imaginables de conquista de elementos geográficos desalentadores y superación de todo género de adversidades. Admiro el Cajeme que en el México moderno se hizo ejemplo de prosperidad, transformación dinámica y mucha riqueza.  Vivo el Cajeme que nos retiene, el que fue, el que ya no es y el que tampoco será si no lo hacemos. Somos rehenes inevitables de nuestra propia historia y constructores irrenunciables de nuestro futuro.

Cajeme vive ahora la crisis más severa de su historia. Los cajemenses la sufrimos, la confrontamos con el pasado y sin sustento informativo la hacemos aparecer como producto maldito de fracasos de gobiernos federales, estatales y/o locales. Culpamos a la sequía; algunos la atribuyen a venganzas políticas del ¨centro¨; o a envidias o ¨cobro de facturas¨ entre personajes o grupos políticos o económicos. Y desde luego, no faltan quienes  aseguran que de esta suerte son responsables los odiados  ¨cholos¨,  los  ¨chilangos¨  o los mariguanos.

Lo cierto es que hay una aceptación pasiva de la crisis local. Hemos hecho de la resignación una conducta típica y suicida. Los analistas la llaman resiliencia. Los cajemenses nos hemos convertido en cínicos, masoquistas y envidiosos de la prosperidad ajena.

Estamos enfermos socialmente. Vemos con indiferencia las caídas y fracasos de los empresarios, la salida forzada de Obregón de muchos hombres y mujeres que en la crisis lo perdieron todo. Hasta la esperanza. 

En Obregón, quien invierte es sospechoso. El que triunfa, cosecha envidias. No se puede  invertir localmente sin que la acción se asocie con actividades ilegales. El futuro, las oportunidades y el triunfo los ubicamos los cajemenses en Tijuana, Monterrey, México,  Guadalajara  o en los Estados Unidos. El fracaso, la falta de oportunidades, la miseria, la desesperanza y males anexos parecieran residir con nosotros. Mejor todavía, en nosotros. 

Nuestros jóvenes estudiosos tienen como falsa consigna que al concluir sus estudios deberán abandonar Cajeme, que supuestamente no les ofrece opciones de desarrollo profesional.  Así, el futuro del municipio se complica, cancela o enajena. Las opciones económicas las dejamos para disfrute de empresarios venidos de fuera, nacionales o extranjeros a los que luego acusamos de aprovecharse de nuestros recursos y de remitir fuera de Cajeme sus utilidades. 

Que dependemos solamente de la agricultura: malo. Que no tenemos industria: peor. Que el comercio autóctono tiende a desaparecer arrollado por las grandes tiendas provenientes del exterior: inevitable y fatal. Que los servicios profesionales son escasos, tienen baja demanda y se tasan por su precio y no por su calidad: es cierto. Un mercado inmaduro genera todas estas insuficiencias y deficiencias.
 
De todo esto hay experiencias y de encontrarlas y esgrimirlas hemos hecho un arte.  Pero una pregunta asalta: ¿Qué evidencias hay y qué promoción interna hacemos los propios cajemenses de las enormes posibilidades y opciones que ofrece Cajeme? Todavía más simple: ¿Qué sabemos los habitantes de este  municipio de sus recursos tan valiosos,  vastos y diversos?

Si en Cajeme no se ha hecho nada, aceptando sin conceder los argumentos negativos, entonces debemos concluir  sana y optimistamente que todo está por hacerse.  Si esto es así,  Cajeme es la tierra de las grandes oportunidades. Partamos de este hallazgo para dotar a nuestro municipio de una mística nueva. Convirtámonos en hacedores pioneros de un futuro promisorio. Descubramos y conquistemos este inédito y maravillosos espacio que se nos ofrece pleno y  generoso de nuevas opciones diversas y atractivas.

Tomemos posesión y disfrute de lo que es nuestro y compartamos al mundo,  en un esquema justo de asociación, este vergel del desierto que estamos reconociendo para reconquistarlo.  Librémonos de las ataduras del pasado. Dejemos atrás egoísmos e indolencia y programemos con seriedad y responsabilidad las tareas a realizar para definir juntos nuestro futuro. Nuevas actitudes y mejores aptitudes en los cajemenses es la llave infalible del cambio. Digamos con palabras del vate López Velarde: ¡Cajeme,   creo en ti!  Feliz 2016, Cajemense.

 

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