Si nos atenemos a sus propias palabras, el presidente Enrique Peña Nieto viajó desde Los Pinos a Sonora , principalmente, para darle un “espaldarazo” a la gobernadora Claudia Pavlovich Arellano. Así lo dejó de manifiesto al final de su discurso durante el evento en el ejido El Henequén. De ese tamaño es su frivolidad como jefe del Ejecutivo.
“El motivo principal (de la visita al estado) es venir por primera vez, siendo usted gobernadora, a estar con usted, a decirle que el gobierno, como ya lo dije y lo reitero, está para ser un aliado del esfuerzo de su gestión gubernamental. Que tiene en su amigo, el presidente de la República y el en gobierno federal, a un aliado para seguir trabajando, pero sobre todo, para encontrar encuentros conjuntos, que nos permitan trabajar por el bien del estado de Sonora”.
Más allá de ese gesto político que no garantiza que se refleje en el presupuesto, es pertinente preguntarnos, a qué vino entonces Peña Nieto a Cajeme, luego de presidir un acto donde reinauguró un tramo de la rúa federal 15, una obra que se comenzó en el sexenio calderonista. A tomarse selfies con “simpatizantes” acarreados?
Porque ni dio el banderazo del tan anunciado libramiento, pese a la maquinaria que se dispuso y la afirmación del secretario de la SCT, de que “justo en este punto, aquí donde vemos esta terracería, ya se inició la construcción del libramiento de Ciudad Obregón”. Sin embargo, José Guerra, titular de la Secretaría de Economía del municipio, declaró que no aún no hay fecha para iniciar la obra.
Es más, ni a los mismos priistas y sus aliados agronovilleros, convenció la visita del mexiquense, quien luego de establecer una charla informal al concluir el evento, a los opositores del acueducto les recetó las mismas palabras (de respetar el estado de derecho) que pronunció hace más de tres años, cuando vino a Ciudad Obregón como candidato presidencial.
Y mientras el empresario Ricardo Bours celebró desde su tuiter “Excelente reunión en busca de solución concreta, muy buen avance!”, además de publicar la foto de grupo que se tomaron con Peña Nieto, otras versiones aseguran que el mandatario federal les comentó que por falta de recursos no se podía construir una desaladora para Hermosillo.
El colmo de su escasa simpatía y compromiso hacia esta región, ocurrió cuando se le obsequió a Peña Nieto una casaca del equipo Yaquis –es del año que usted nació, expresó Pavlovich- y aun cuando en coro le insistieron “que se la ponga, que se la ponga”, esta petición también la “bateó” porque ni siquiera intentó ponerse la prenda deportiva.
El mexiquense prometió regresar pronto Sonora, pero si vendrá nuevamente a ofrecer refritos, tipo los programas de su canal favorito, Televisa, mejor que descanse en la White House pues qué caras le salen a los contribuyentes su necesidad de aplausos, para lo cual convierte sus eventos en una fortaleza custodiada por las fuerzas de seguridad de todos los niveles.
En síntesis, muchas selfies y pocas soluciones. Por algo es el presidente mexicano más impopular de los últimos años.
