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BANDERILLAS

Carlos MONCADA OCHOA
Viernes 17 de Abril de 2015
 

¿Se acuerdan? Guillermo Padrés tomó posesión del Ejecutivo del Estado y Javier Gándara de la presidencia municipal. Los dos, obviamente, estaban  felices. Padrés decía adiós a la preocupación de deber (los debe todavía), dos millones de dólares (más intereses, costas y gastos de juicios mercantiles, etc) al Bank Hapoalim B. M., de Israel, y Gándara, ninguneado en los últimos años por el PRI y luego por el PAN, al fin ponía el pie en el camino a gobernador, su obsesión.

   Uno de los primeros actos del gobernador fue salir de su despacho y caminar hacia el puente que une los dos palacios; de allá se había desprendido ya Gándara, y  los estrategas de la propaganda lograron tal sincronización que ambos políticos se encontraron al centro del puente y se dieron un abrazo y un apretón de manos.

  A distancia, en una banca de la Plaza Zaragoza, dos vagos corearon: “¡Beso, beso!” Pero dos guardias se desprendieron de la banqueta de enfrente ¡y patas para cuándo son! Desaparecieron en un decir Jesús.

  Había habido un encuentro similar, cuando el gobernador Eduardo Bours invitó a fumar la pipa de la paz a la alcaldesa Dolores del Río, y también se avisó a la prensa para que cubriera el episodio. Tenía éste una explicación bien fundada: era él gobernador priista, y ella, presidenta municipal panista, y quisieron enviar a la ciudadanía el mensaje de que trabajarían juntos por el bien de Hermosillo, aunque alentaran diferentes ideologías.

  ¿Pero ahora, en septiembre de 2009? Los dos políticos eran panistas, los dos eran empresarios (aunque fracasado uno: Padrés), los dos estaban interesados en hacer dinero. ¿Qué caso tenía aquel teatro?

  Y hubo un segundo encuentro, durante el cual colocaron una mesita con un mantelito blanco y tacitas cafeceras y vasos. Entonces se sentaron frente a frente y se sonrieron y hacían como que hablaban, como los malos actores que en el teatro mueven los labios sin decir nada porque sólo simulan que platican.

  Yo vi este encuentro desde la banca de la Plaza Zaragoza, aunque esta vez no hubo quien gritara: “¡Beso, beso!”. Los vagos no estaban y yo, desde luego, no grité ni murmuré esa expresión, aunque pudo haber sucedido  que la pensara.

  ¿Qué mensaje enviaron los dos políticos a los ciudadanos? Ninguno, porque si el gobernador y el alcalde son del mismo partido, no necesitan informar que trabajarán juntos. Es obligado que lo hagan. El mensaje fue para los panistas que se imaginaban ya sucesores de Padrés, entre ellos López Caballero, Florencio Armenta, José Inés Palafox y doce o catorce más.

  Al abrazar y apapachar a Javier Gándara en público, y hacer que se difundieran las escenas por su periódico oficial y por su televisión, decía a estos ambiciosos que ya había delfín, que le abrieran cancha, que desde ya era el predilecto, y que no fueran a intrigar si se enteraban de que su cuate, el nuevo alcalde, remataba a bajo precio la planta TIF, ni a reírse si le oían anunciar la construcción de un Metro de pueblo o si jineteaba fondos federales.

   Yo digo que parecían novios porque se perdonaban todo, como que se adivinaban el pensamiento en cuestión de terrenos, de caballos, de inversiones. Y por eso es absurdo que le pidan a Gándara que se desligue de su amigo. Los afectos profundos no pueden negarse. Si uno estuvo muy enamorado de una novia en el pasado, no puede evitar que le moleste que la esposa le comente que “qué gorda se ha puesto ésa, la que era tu novia”, o que “qué feliz se ve tu ex novia con el rico que atrapó”. Son malos ejemplos, pero como dice Chespirito, la idea es ésa.

carlosomoncada@gmail.com

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