Carlos MONCADA OCHOA
Mientras un gran número de incrédulos ciudadanos opinan que no le pasará nada a Padrés y sus cómplices, pese a las graves acusaciones de fraudes, peculado, tráfico de influencias y otros delitos, hay cuando menos uno que cree que sí le ajustará cuentas la justicia. Y ese “uno” es el propio Padrés.
Es un profesional en estos enredos. Está metido en un berenjenal y no va a quedarse tranquilo ante los truenos de la tormenta sin verificar que se encuentre a la mano una escalera de escape, un sendero de salida, un traje viejo y maquillaje para improvisar un disfraz.
Los reporteros que han tratado de ampliar la información difundida por The Wall Street Journal sobre el negociazo con los uniformes escolares han tratado de localizar al hermano del gobernador, Miguel, y al empresario Mario Aguirre, y ambos parece que se volvieron ojo de hormiga. Si la PGR quiere citarlos para cualquier diligencia le será difícil encontrarlos para darles la notificación correspondiente.
Miguel tiene una buena coartada para trasponer la frontera porque hace negocios, según propala su hermano, en los Estados Unidos. Pero al gobernador lo que le interesa ahora es conocer de memoria los mecanismos para mover su fortuna en dólares del banco de un país a otro para disimular la cuantía, cómo repartirla en cuentas a nombre de sus hijos, cómo explicar el origen de los millones atesorados en menos de seis años.
Igualmente, requiere aprender la forma de sacarle el bulto a una posible persecución de agentes de la Secretaria de Hacienda y de la PGR, que no sería difícil para éstos en virtud de los convenios con el resto de las naciones para localizar y aprehender delincuentes en el ámbito internacional.
Todo esto, para el caso de que le fallen los amigos influyentes del PRI que hasta ahora lo han protegido en diversas pillerías. No es que dude el gobernador de sus cuatachos sino que mejor es no confiar totalmente en ellos. De modo que toma precauciones por sí o por no, como decían los abuelos. El asunto se va a poner 9-2011bueno.
Hoy, a las siete, Asalto a Sonora
Ya me da pena repetirlo pero no quiero estar solo hoy por la tarde, cuando presente mi libro “Asalto a Sonora. Curso intensivo de corrupción 2015”, máxime que recibí la mala noticia de que el ingeniero Alfonso Durazo, que haría un comentario sobre la obra, sufrió un accidente casero: se hirió un oído con un objeto agudo.
No fue una herida de consecuencias graves, pero el médico le prohibió volar porque el cambio de presión podría dañarle en forma seria el conducto auditivo. Pero siempre atento con su amigo el autor, Alfonso comisionó a uno de sus colaboradores de confianza, Rodolfo Camacho Anzola, que conoce bien el texto, para que tome su sitio en el presídium.
Esto será en el auditorio del Centro de las Artes de la Universidad de Sonora, a las 7 p. m., lugar en donde lo espero a usted y la espero a usted, y a ti, a ustedes, a todos. Vayan preparando sus preguntas y comentarios.
carlosomoncada@gmail.com
