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Hartos de demagogos

Raúl Héctor Campa García
Lunes 02 de Febrero de 2015
 

Se menciona por algunos analistas y filósofos, que es muy difícil salvar una civilización cuando le ha llegado la hora de caer bajo el poder de los demagogos. Los demagogos han sido los grandes estranguladores de civilizaciones. La demagogia es lo que define a la mayoría de los políticos.

La demagogia se define como el “arte”, la estrategia o el poder de conducir al pueblo. Es el claro interés de manipular y agradar a las masas, con ideologías radicales, concesiones, halagos y promesas que muy probables no se van a cumplir. El demagogo solamente pretende conquistar el poder político a través de conseguir el apoyo y el favor del pueblo. 

Después, el pueblo le debe el favor al político, según él,  por lo que hizo en su administración, si es que hace algo, por el pueblo. Cuando es una obligación de quien llega al poder y no un obsequió del político de algo que no es de él. O sea el político que llega al poder creé que lo que realiza lo hace con recursos suyos. Y lo peor es que se lo cree.

Lorenzo Meyer, menciona que los partidos políticos han decepcionado a la ciudadanía, porque cuando han estado en el poder no han sido capaces de conducir las demandas de la sociedad y transformarlas en políticas reales, ahora (y siempre. Lo de siempre es de quien esto escribe), son cuadros que encontraron su modus vivendi.

La decepción del ciudadano sin partido, de los políticos que conforman los gobiernos- a todos niveles- con algunos malos funcionarios, es por muchos motivos. Motivo principal: la corrupción, el despilfarro económico sobre todo con el subsidio a los partidos, para “consolidar” una verdadera democracia, que está muy lejos de lograrse, a pesar de lo costoso del organismo que regula los recursos (IFE, ahora INE) con las millonarias y estratosféricas cantidades de dinero, más grandes del mundo. Así mismo un congreso, que también le cuesta mucho a la ciudadanía; el congreso más caro del planeta. Y una estela de cuestionamientos que dejan mal parados a nuestros “ilustres” demagogos, o sea los políticos.

La ciudadanía busca como entrarle al toro por los cuernos para mejorar realmente la política que sirva y administre bien los recursos de la sociedad, que desea buenos gobiernos. Ortega y Gasset, señala que la forma de presión social que es el poder público funciona en toda sociedad, incluso en aquellas primitivas donde no exista aún un órgano especial encargado de manejarlo.

Tal vez, como lo dice el filósofo Español, el ciudadano (intelectual, el preocupado por una mejor comunidad), aspira, con frecuencia en vano, aclarar un poco las cosas, mientras que la del político suele, por el contrario, consistir en confundirlas más de lo que estaban.

De esta inconformidad social, dirigida a los principales partidos políticos del país, ha generado la conformación de nuevos partidos, que en su afán de ganar adeptos, trata de atraer, como un canto de sirenas a esta ciudadanía harta de estos partidos. Pero los que llegan a afiliarse a final de cuenta caen en un partido político- tropiezan con otra piedra- que a veces pueden ser “rémoras” de los partidos principales.  

La mayoría de estos nuevos partidos, son creados por ex militantes de esos “grandes partidos”, que insatisfechos o truncados sus proyectos personales o de grupos dentro de ellos, los “desechan” o los convierten en cola de león; en estos partidos disfrazados de partidos de ciudadanos (Todos los partidos son formados por ciudadanos), buscan convertirse, cuando menos en cabeza de ratón (aunque el dicho es de otro manera). Estos partidos creados por enconos internos de aquellos, buscan cuando menos aumentar su militancia y lograr o conservar su registro y por su puesto el subsidio.

El ciudadano bien intencionado, al no encontrar un acomodo, para ejercer su derecho de participar en política, intenta encontrar en estos partidos y también en los ya “tradicionales” (PRI, PAN, PRD o en los partidos comparsas de algunos de esto, sobretodo del PRI y PRD), el vehículo para subirse y participar. Ya que PUEDE encontrar para su registro independiente, trabas en el Instituto que regula el proceso político en el país.

Si bien es cierto, los partidos políticos deben ser los impulsores para instituir la democracia en nuestro país; ésta no se logrará, mientras no se democratice realmente sus procesos internos y no sea una farsa democrática.

Bienvenida la participación ciudadana, pero por favor que no se contamine con la partidocracia, donde predomina la monarquía o la oligarquía aristocrática, que decide quienes tomaran las riendas de los destinos de los pueblos. Eso es una burla, tanto para el ciudadano partidista, como para el independiente. ¿O no?

Con mi afecto.

Dr. Raúl Héctor Campa García.

 

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