|
Me gustaría ser optimista acorde al espíritu navideño reinante, refiriéndome al futuro de México, pero todo en derredor inclina hacía lo opuesto.
Hay un clima de impunidad que motiva el hartazgo. Reglas sucias para los rudos con la complacencia de los referees, con su vista gorda y parcialidad objetiva, los buenos, ya no son los buenos, son solo víctimas.
Hay un clima de inseguridad, corrupción en altanera armonía. La balanza se inclina al lado del contubernio, los conflictos de interés, los moches y las justificaciones oficiales. La clase política, con sus raras excepciones, son seres de un parnaso donde no hay semidioses, donde no hay más que el interés de grupo, donde la individualidad no cuenta, si de sobrevivir se trata.
Sin embargo para las clases bajas no hay opciones donde vislumbrar el final del túnel, porque éste ya lo desaparecieron o está registrado por alguno de los prestanombres divinos. La esperanza de “los de abajo” ya no pertenece a ellos, irse de bracero significa ser extorsionado por sus propios compatriotas con charola oficial antes de entregarse a las vicisitudes del “American dream”. El jacal, la milpa, los animalitos ya están en manos de los acaparadores, los coyotes, el señor y justicia del pueblo, además del narcotráfico, no quiero decir oficial, porque el INEGI no lo registra como tal.
El obrero deja sus magras energías en las maquiladoras que maquillan en contubernio sindical sus derechos laborales recibiendo salarios de hambre por su esfuerzo, que requiere el apoyo ya de su cónyuge para sobrevivir el drama ancestral. Las tiendas de raya modernas con “abonos chiquitos” acosan sus sueños y las rosas telenoveleras les aseguran que existe dios en alguna parte de las redes sociales.
Sus líderes viven su dignidad representativa y comparsan sus huestes al postor oficial, influyendo bajo amenaza, consigna o dádiva lo que será mejor para su futuro.
Estos miembros del rebaño sagrado (que no las chivas) aprenderán a deletrear el baalar de moda y a levantar el dedo en premonitoria esperanza mientras aprenden a comer los excrementos de la política servil de los que están arriba.
Las películas “La ley de Herodes”, “El infierno” y “la dictadura perfecta” solo retrataran lo que vivimos y lo que actuamos, mientras se agotan las esperanzas, se mutilan los futuros y se beben nuestros sueños impunemente.
Quisiera pensar que esto es una pesadilla basada en los argumentos de “los de abajo” de Mariano Azuela y “los Olvidados” de Buñuel, “El México Bárbaro” John Kenneth Turner, pesadilla donde todos somos Tisoc o Pepe El Toro con su chorreada a un lado.
No se preocupen, cuando despertemos, el dinosaurio estará todavía ahí, riéndose, habría que preguntarle, ¿de nosotros, o de la próxima lluvia de cometas?. ¿Estaré exagerando?
akamcm@gmail.com
