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Bernardo Elenes Habas
Viernes 25 de Julio de 2014
 

Los rangos de macro y micro son evidentes también como en la Economía, en política; quehacer ciertamente propiedad de privilegiados y cada vez más denostado por la sociedad

Bernardo Elenes Habas


Lo sabe la ciudadanía: el oficio político en México, en Sonora, no tiene un sentido democrático legítimo. En ese quehacer son notorias las clases, los estratos, donde solamente tienen acceso los privilegiados.
 
¿Acaso, no se vuelve evidente que en todos los partidos prevalece la macropolítica y la micropolítica, como sucede en la Economía y sus variables, de donde se derivan esos conceptos y comportamientos?
  
Son notorios, en cualquier partido, tales niveles, donde ciertamente, como rezan sus declaraciones de principios, debe prevalecer la organización y el orden, pero que, desgraciadamente, dichos valores se trastocan y brotan los comportamientos de autoritarismo por una parte, y de sumisión, por la otra (líderes y bases), donde el centro de atención a quien hay que servir es al dirigente de acuerdo a su rango, o al precandidato o candidato, a los que, sus equipos, los convierten en verdaderos dioses.
   
En Cajeme, el PRI está dando un claro ejemplo del ejercicio de la macro política, porque los precandidatos que se mencionan a su interior y al exterior, para contender por la presidencia municipal, pertenecen al nivel de privilegio de la estructura partidaria, donde, ciertamente, juegan papel importante los grupos de poder, de tal manera que se expresa con certidumbre la posibilidad de que los contendientes podrían salir de entre Faustino Félix Chávez y Abel Murrieta Gutiérrez (aunque se dice que ese dilema ya quedó resuelto), pero además, entró al juego otro aspirante, proveniente también de la macropolítica, Rodrigo Bours Castelo, cuyos anhelos nadie de la clase política cuestiona, porque pertenece a la nomenclatura del privilegio.
  
¿Pero, qué sucedería si alguien proveniente de la micropolítica -de las bases partidarias, de la raigambre más humana y esforzada, pues-, sin padrinazgos, sin recursos, pero con capacidades sobresalientes, vocación de servicio, conocimiento profundo de las necesidades de su comunidad, congruencia a toda prueba, sensibilidad y visión social de pueblo, intentara irrumpir en el tejido elitista del PRI y sus cofradías para demostrar que no es más grande ni más pequeño que los sonantes?   

A como manejan la política las cofradías de poder, sencillamente se le cerrarían todas las puertas, porque en el PRI no cualquiera es candidato o candidata, sino el que digan los señores, como está documentado en los anales históricos de dicho instituto, por supuesto enmarcando algunos descalabros producto del empecinamiento de sus propietarios, quienes cuando se equivocan vuelven a mandar.
  
Y algo parecido sucede en el PAN, donde se aferran poderosos oficiantes políticos de los niveles de Gobierno, en pretender cerrar el círculo -aunque mencionen a cuatro o cinco pretensos-, en torno a un solo aspirante, Luis Alberto Plascencia Osuna, producto de la macropolítica azul, cuando en el partido de los honorables conservadores existen militantes con aptitudes probadas, y a quienes ciertamente el PRI no quisiera que los pusieran frente a sus candidatos el día de las elecciones.
  
Lo importante, sin embargo, es la lección que el comportamiento de la clase política les deja a sus militantes y a la sociedad en general, la que tiene cierto cómo se manejan las candidaturas en los partidos, mismas que se otorgan no a los más aptos, como en los exámenes de oposición de la academia, sino a los mejor recomendados…
  
Le saludo, lector.

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