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Itson, Unison y el sindicalismo universitario

Sergio Anaya
Martes 08 de Abril de 2014
 

Sergio Anaya

Hace ya 25 años (el tiempo pasa volando, decía mi abuela) se generó un movimiento sindical al interior del Instituto Tecnológico de Sonora con la participación de maestras y maestros cuyo objetivo era tan sencillo como defender la seguridad de su trabajo por encima de las decisiones unilaterales de la autoridad, además de luchar por derechos laborales que ya eran práctica común en la mayoría de las universidades del país, como la posibilidad de trasladarse a otras regiones para estudiar postgrados sin perder las prestaciones que otorga la antigüedad laboral.

El fin que tuvo este movimiento sindical ya es conocido entre nosotros y nos faltaría espacio para detallar los acontecimientos y el papel de los actores que participaron en él. Sin embargo acudo a esta historia para rescatar algo que me parece conveniente no olvidar nunca y menos ahora que vemos con preocupación el daño ocasionado a la Universidad de Sonora, a sus alumnos y en general a toda la sociedad por una huelga difícil de entender y aceptar.

Durante los meses difíciles del movimiento sindical en el Itson (1988 - 89), las maestras y maestros que participaban en esa lucha gremial acordaron proteger por encima de todo el derecho de los estudiantes a recibir clases en forma normal, sin alterar los programas de estudio ni faltar a una hora de clase con pretexto de la actividad sindical. Prevalecía entre los sindicalistas un compromiso ético con su labor docente y con sus alumnos, a quienes no se quería perjudicar de ninguna manera.

Por eso aún en los momentos más difíciles de la lucha, los sindcialistas acudieron a impartir sus clases con la puntualidad y preparación de siempre para evitar que el clima hostil de las relaciones laborales afectara la formación académica de los jóvenes. Aunque hubo voces que sugerían parar las clases y así poner más presión a las autoridades, se impuso siempre la sensatez y el sentido del deber con los estudiantes y en general con la sociedad regional.

Al final fueron cesados todos los participantes en ese movimiento, de la noche a la mañana scasi 30 docentes perdieron su trabajo; el Itson perdió mucho conocimiento acumulado o capital intelectual, para decirlo con palabras de hoy. Pero no se perdió una sola hora de clases.

Vemos ahora lo que está pasando en la Universidad de Sonora y resulta difícil no hacer comparaciones. Miles de jóvenes estudiantes, sus padres y madres, con ellos toda la sociedad, sufren una lamentable pérdida no solo de horas-clases sino también de ánimo y, por qué no decirlo, del presitigio que con tanto esfuerzo ha ganado la Unison en los años recientes.

Y todo por una huelga del Sindicato de Trabajadores y Empleados (Steus) justificada con argumentos que parecen secundarios, irrelevantes, en comparación con el daño causado a la comunidad universitaria. Digo esto no por menosprecio a las demandas de los trabajadores, a quienes aún se les debe mucho no sólo en las universidades sino en todo el sistema productivo mexicano, sino por la demanda original que funcionó como resorte para empujar a la huelga: el pago de un día no trabajado. A ello se han agregado demandas tal vez importantes desde el punto de vista económico y laboral, pero que no justifican el daño ocasionado. Y a esto se añade ahora la advertencia del sindicato académico (Staus) sobre el inicio de su propia huelga.

Como dicen los estudiantes, nadie está en contra de los derechos de los trabajadores. Y yo agrego que si algo nos falta en México es precisamente una clase trabajadora independiente y combativa, sin el control y la manipulación a la que es sometida por el poder político y económico, pero sobre todo por sus dirigentes corporativos.

Pero en lo que he visto y oído alrededor de la huelga del Steus y la anunciada del Staus no encuentro una justificación válida. Sus demandas laborales son peticiones que pueden ser negociadas con un poco de voluntad. Los discursos de los dirigentes sindicales carecen de peso; pero sí exhiben una constante que aparece con frecuencia: la causa de todos los males en el rector Heriberto Grijalva, él es el enemigo y el único obstáculo de la estabilidad laboral.

En pocas palabras, la huelga que hoy tiene paralizada a la Unison parece ser un movimiento creado artificialmente para provocar la renuncia del Rector, un movimiento apoyado desde afuera y que no se detendrá hasta lograr su cometido.

Sin importar las consecuencias sociales y el daño ocasionado a la formación académica de los estudiantes.

Qué lejos se ve aquel movimiento sindical en el Itson, hace ya un cuarto de siglo.




¿Ontán los dips y los precas?


Y ante el problema de la huelga unviersitaria, qué hacen los diputados de toda clase, y sobre todo los aspirantes a gobernador el Estado, esos precandidatos que de todo hablan, opinan y prometen soluciones?

Pues hacen lo que siempre han hecho, y muy bien por cierto: Se hacen disimulados, tocan el asunto con palabras mesuradas, y sobre todo cuidan mucho, muchísimo, no herir la susceptibilidad de los sindicatos porque son necesarios a la hora de sumar apoyos y votos.

¿A quién de nuestros sacrosantos diputados y precandidatos les importa la formación académica de los estudiantes de la Unison? Yo creo que a ninguno.




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