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Capos del agua: son lo mismo

Aureliano Rincón
Sábado 22 de Junio de 2013
 

En el conflicto encabezado por los agricultores del centro y del sur, los yaquis y el gobernador Padrés son solo emisarios comisionistas, los sonorenses le damos la razón a quienes repiten con sorna aquella frase que dicen que dijo José Vasconcelos en referencia a estas tierras como “Donde termina la cultura y comienza la carme asada”.

Otros historiadores señalan que lo que realmente expresó el oaxaqueño, en un tramo de Querétaro a Guanajuato, fue algo así como “Donde termina el guiso y empieza comerse la carne asada, comienza la barbarie”, por lo que concluyen que no se refería exclusivamente a nosotros como unos seres “rústicos”.

La forma cómo se ha desarrollado este duelo de agrotitanes “pinta” no solo cómo los grupos de poder económico se pelean ferozmente por el recurso agua sino de un hecho igual o más grave: el fracaso de la política y de la negociación para conciliar la diversidad de intereses de un mismo estado. Quién gana con tanta división?

Ahí están los números de Consulta Mitofsky que evidencian el descontento en que se encuentra Sonora,  mientras en El Vaticano el gobernador Padrés busca indulgencias ante el Papa Francisco y el gobierno de Peña Nieto manda como “negociadores” a las fuerzas especiales de la Policía Federal Preventiva.

Pero para que exista una guerra se ocupan dos. Si bien es cierto que Guillermo Padrés ha contribuído bastante con sus acciones para exacerbar los ánimos, tampoco los novilleros son muy generoso que digamos…también han puesto su parte y por ello responsables en alguna medida del escenario de encono que padecemos.

Porque en el fondo, los apellidos prominentes de Hermosillo y de Cajeme son los que están detrás de este conflicto, simplemente porque son los más interesados en que sus negocios progresen, lo cual no es condenable, solo que lo han hecho sobre el interés colectivo y eso el Estado mexicano no debiera permitirlo.

Ahí está de prueba la capital. Los primeros en negarle agua a los hermosillenses fueron los propios agrotitanes de Hermosillo que se sintieron dueños de la cuenca del Río Sonora, que la sobreexplotaron y contaminaron por décadas porque su prioridad fue hacer negocios y se descuidó el abasto de la ciudad para el consumo humano.

En su libro Por abajo del agua (2006), el investigador José Luis Moreno Vásquez recoge un testimonio de un ex funcionario que retrata el desdén que se tenía hacia el recurso agua, pues como buenos caciques de Hermosillo, los agricultores se habían apoderado de otras actividades productivas.

“Por eso les vale madre el agua y su abatimiento y su salinización, siempre han tenido otros negocios en la ciudad; no viven exclusivamente del campo”. Entrevista con el ingeniero Víctor Búrquez en 1997. (Pag. 348)

Y pese a que no cuidaron el agua, pues no accedieron a instalar medidores en sus pozos y por ello no se respetaban los volúmenes de extracción autorizados, todavía el gobierno federal les dio un subsidio de energía eléctrica y lo que fue el “tiro de gracia” para la cuenca: la transferencia del distrito a los productores en octubre de 1993

Sobre esta medida, en el libro ya citado, José Mendívil, ex jefe del distrito de riego, cuenta que “Recuerdo siempre a los Mazón pidiéndome mayores extracciones de agua  (…) Lo que va suceder con la transferencia es un desmadre. Si el distrito de riego no pudo administrar el agua (…) menos los agricultores”. (Pag. 365)

Sus palabras fueron proféticas. Desde principio de los setentas se iniciaron los esfuerzos por disminuir las extracciones pero nunca se cumplieron: siempre fueron por arriba de lo autorizado, pero sobre todo, muy por arriba, a veces el doble o el triple, de la recarga anual de la cuenca que era de 350 millones de metros cúbicos.

El volumen de agua extraída solo disminuyó cuando cayeron los precios del algodón y el trigo y ya no fueron cultivos rentables, pero como compensación,  se aumentó el área de los cultivos perennes en la costa de Hemosillo y la CNA autorizó la perforación de pozos al Noroeste de la ciudad, aun cuando era zona vedada desde 1967.

Fue a finales de los noventas, cuando la presa Abelardo R. Rodríguez lució seca en su totalidad, que las autoridades se preocuparon por otras opciones de abasto del agua para el consumo humano, ya que el embalse representaba el 40% de los 90 millones de metros cúbicos que demandaba en ese entonces la ciudad.

Luego vino el fracaso del proyecto de la desaladora con López Nogales, dinamitada por los panistas, los “tandeos” y los intentos en el sexenio de Bours por negociar la compra de derecho de pozos a productores, pero se echaron para atrás porque un nuevo estudio mostró que la recarga a la cuenca era menor a 350 millones de metros cúbicos.

Según los expertos, esta situación no es privativa de Hermosillo. Por eso cuando se repite con insistencia que no hay agua en la presa del Oviáchic, lo primero que se debiera investigar es si no se están cometiendo los mismos abusos y excesos, pues el “enemigo” también pudiera estar en casa no solo en el acueducto.

Así, de ser los “héroes” que vencieron el desierto y coadyuvaron a la Revolución Verde, los agrotitanes  protagonizan públicamente un duelo de bárbaros, pero que no les impide hacer negocios entre ellos, emparentar familias, mandar a sus hijos a escuelas en el extranjero y construir sus ghettos urbanos: la Pitic y la zona Norte son ejemplo de ello.

¿Quién se atreverá a ponerles el cascabel? Es cuanto.



 


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