|
Sólo el amor alumbra lo que perdura,
sólo el amor convierte en milagro el barro.
Silvio Rodríguez.
Me había prometido no abordar el tema de las muertes violentas del crimen organizado, asqueado por la forma en que las autoridades de todos los niveles se “echan la bolita”, cuando todas tienen una responsabilidad en distinto grado.
Más allá de esas mezquindades, lo hago porque me inquieta esta situación, pues algo grave pasa en una comunidad cuando sus integrantes lo primero que preguntan al iniciar la jornada es cuántas bajas hubo el día anterior y más si la sicosis se pasea por las calles.
Comencemos con las afirmaciones contradictorias de un optimista por oficio: el contador público Ernesto Munro Palacios, quien se desempeña como secretario de Seguridad Pública de Sonora.
Es el mismo personaje que en febrero del 2011 reveló que el municipio de Cajeme había desbancado a Nogales en este tipo de crímenes y que hace unos días expresó que las familias cajemenses deben sentirse seguras aun cuando los números dicen lo contrario.
Las estadísticas ahí están: más de 80 muertes en 2011, un año después superaron las 100 y ahora casi al cierre del quinto mes ya estamos arriba de las 60 y si la tendencia se mantiene, este 2013 superaría al año anterior.
Ojalá y no, pero de mantenerse la tendencia Cajeme será por tercer año consecutivo la ciudad más violenta de Sonora. Un tricampeonato que nadie envidia.
"Casi un 99 por ciento de los casos ocurren entre delincuentes”, declaró Munro en un intento de calmar los ánimos de los reporteros, que más que entrevista parecía un debate, según comentaron algunos colegas.
Al ex delegado de la Profepa le asiste la razón cuando expone el dato sobre la causa de los fallecidos, pero no cuando asegura que “El ciudadano normal, las familias cajemenses que llevan una vida honrada deben sentirse seguras".
Porque la estela de sangre y dolor generará secuelas que tardarán tiempo en borrarse, además del impacto a la marca ciudad –que no es cosa menor-, pues en la medida que se generen buenos empleos se merman las filas del crimen organizado.
Y para ello es muy importante la paz laboral, es cierto, pero sobre todo, la paz en las calles de una ciudad para que sea atractiva a los inversionistas. Sería importante saber cómo la escalada de violencia ha influido o no en la llegada de capitales.
Es decir, ya no es solo el“Cajeme tan rico donde hasta el más chico gana su tostón”, como en el corrido a Sonora o la hazaña del agrotitán que convirtió el desierto en valle y ni se diga del prestigio por ser cuna de la Revolución Verde de Norman Borlaug.
Estos motivos de orgullo, entre otros, lo va rebasando el lenguaje violento de los criminales, que no es otra cosa que un ejercicio de poder para dominar, provocar el fatalismo entre sus habitantes de que acepten que las cosas son así y no pueden cambiarse.
Ahí considero que las autoridades, organismos civiles y medios de comunicación deben trabajar coordinados para mantener o recuperar la imagen de prosperidad y de gente trabajadora, que sin duda es y ha sido la marca de esta tierra.
Y no se trata de actos de censura o negar la realidad por la que pasamos, más bien es analizar y definir nuestra situación y a partir de una aceptación del resultado, empezar a trabajar en los objetivos para ahora si –aunque suene a marketing- hacer de Cajeme un mejor lugar para vivir.
Hay dos ejemplos que se han intentado en ciudades de México para mejorar su imagen: La Cámara de Comercio de Ciudad Juárez pidió que ya no se utilizara el término “las muertes de Juárez”para referirse a los casos de feminicidio porque etiquetaba en términos negativos a esta población.
Mientras que en Culiacán el gobierno municipal decidió retirar y suplir con una placa los más de 300 cenotafios que existen en la ciudad, que se había convertido en un tour para los visitantes, pero que publicitaban una y otra vez los episodios de violencia.
No sé si aquí debamos empezar por ofrecer una Expo con un elenco musical menos “buchón” o que los medios privilegien en sus espacios el dolor de las víctimas en vez de las atrocidades de los delincuentes. Más allá de la retórica, se ocupa dar los primeros pasos que mande un mensaje de reprobación a los representantes del “status quo”.
Este año el equipo Yaquis de Ciudad Obregón se convirtió en tricampeón de la liga y además ganó la Serie del Caribe. Momentos de gloria, que sin duda abonan a favor de la marca ciudad y que llena de orgullo no solo a la afición. Lamentablemente prevalece el ambiente de violencia y yo sigo azorado, parafraseando al grupo Maná, dónde diablos jugarán mis nietos. Es cuanto.
