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Educar para la paz

Jorge A. Lizárraga Rocha
Sábado 24 de Septiembre de 2011
 

Hace días en una reunión de amigos, uno de ellos mencionó una serie de documentos en los que se toca el tema de “Educar para la paz”. Algo que se me hizo muy interesante; aunque debo confesar que pensé que se trataría de documentos de la Iglesia, al buscar dichos documentos, me llevé la sorpresa de que en muchos y diversos tipos de organizaciones se está buscando que la educación para la paz sea parte de nuestra educación diaria.

En una reunión de 2007 realizada en Buenos Aires, Argentina, se expresó que “una educación de calidad para todos implica transitar hacia un enfoque que reconozca la diversidad de las personas y favorezca un clima escolar que propicie la convivencia basada en el respeto mutuo y la solución pacífica de conflictos”.

Adicionalmente, desde hace décadas la misión de la UNESCO establece que “La educación es esencial para construir la paz en la mente de las personas”, por lo que apoyan políticas educacionales que favorezcan el diálogo, promuevan el respeto al otro y consoliden los conocimientos que se requieran para fundar y mantener una cultura de paz; lo cual es apremiante pues todos hemos sentido la preocupación por el aumento de la violencia en los centros culturales.

Desgraciadamente ahora es necesario “aprender a vivir juntos”, cuando es naturaleza del ser humano la convivencia sana con los demás para la propia supervivencia de todos los componentes de la comunidad.

Por lo anterior se han emitido una serie de documentos y lineamientos para lograr la paz, permítanme transcribir algunas de las finalidades de una educación para la paz, los derechos humanos y la democracia:

• La finalidad principal de una educación para la paz, los derechos humanos y la democracia ha de ser el fomento, en todos los individuos, del sentido de los valores universales y los tipos de comportamiento en que se basa una cultura de paz. Incluso en contextos socioculturales diferentes es posible identificar valores que puedan ser reconocidos universalmente.

• La educación ha de fomentar la capacidad de apreciar el valor de la libertad y las aptitudes que permitan responder a sus retos. Ello supone que se prepare a los ciudadanos para que sepan manejar situaciones difíciles e inciertas, prepararlos para la autonomía y la responsabilidad individuales. Esta última ha de estar ligada al reconocimiento del valor del compromiso cívico, de la asociación con los demás para resolver los problemas y trabajar por una comunidad justa, pacífica y democrática.

• La educación debe desarrollar la capacidad de reconocer y aceptar los valores que existen en la diversidad de los individuos, los géneros, los pueblos y las culturas, y desarrollar la capacidad de comunicar, compartir y cooperar con los demás. Los ciudadanos de una sociedad pluralista y de un mundo multicultural deben ser capaces de admitir que su interpretación de las situaciones y de los problemas se desprende de su propia vida, de la historia de su sociedad y de sus tradiciones culturales y que, por consiguiente, no hay un solo individuo o grupo que tenga la única respuesta a los problemas, y puede haber más de una solución para cada problema. Por tanto, las personas deberían comprenderse y respetarse mutuamente y negociar en pie de igualdad con miras a buscar un terreno común. Así, la educación deberá fortalecer la identidad personal y favorecer la convergencia de ideas y soluciones que refuercen la paz, la amistad y la fraternidad entre los individuos y los pueblos.

• La educación debe desarrollar la capacidad de resolver los conflictos con métodos no violentos. Por consiguiente, debe promover también el desarrollo de la paz interior en la mente de los estudiantes para que puedan asentar con mayor firmeza las dotes de tolerancia, solidaridad, voluntad de compartir y atención hacia los demás.

• La educación ha de cultivar en el ciudadano la capacidad de hacer elecciones con conocimiento, basando sus juicios y sus actos no sólo en el análisis de las situaciones actuales, sino también en la visión de un futuro al que aspira.

• La educación debe enseñar a los ciudadanos a respetar el patrimonio cultural, a proteger el medio ambiente y a adoptar métodos de producción y pautas de consumo que conduzcan al desarrollo sostenible. También es indispensable la armonía entre los valores individuales y los colectivos y entre las necesidades básicas inmediatas y los intereses a largo plazo.

• La educación ha de nutrir sentimientos de solidaridad y equidad en los planos nacional e internacional en la perspectiva de un desarrollo equilibrado y a largo plazo.

Hasta aquí los lineamientos de la UNESCO y otras organizaciones internacionales sobre la educación por la paz.

De lo anterior se me quedó dando vueltas en la cabeza que estos lineamientos son muy difíciles de conseguir a nivel global en un plazo corto, como lo requiere nuestra problematizada sociedad actual a nivel mundial; sin embargo si los tomamos a un nivel personal podríamos lograr buenos avances.

Primero, los que ya somos mayorcitos y de repente nos brota la falta de educación para la paz y ejercemos violencia verbal, escrita o de otra índole para querer imponer nuestras ideas, los deberíamos adoptar a nivel de autoeducación.

Paralelamente, recordando que la educación más importante y duradera es la que se recibe en el núcleo familiar, adoptar estos lineamientos y trasmitirlos cuando establecemos nuestras relaciones de convivencia con los seres a los que más queremos y debemos respetar: nuestra familia.

De igual manera, cuidar nuestras relaciones con aquellas personas que no pertenecen a nuestra familia, pero con las que irremediablemente estamos unidos por compartir un espacio común llamado país, estado, ciudad o barrio, y comportarnos de una manera educada para compartir nuestra paz y pedirles que nos compartan la suya.

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