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En la lupa

Guillermo Noriega
Jueves 19 de Mayo de 2011
 

“El Diego, El Trini…”

Todavía escuchamos frases muy arraigadas en la sociedad donde se nota lo complacientes que somos con la corrupción: Algunos dicen “que roben, pero que hagan cosas”; o –“prefiero a los anteriores gobernantes porque robaban menos”… o “los prefería porque, robaban… pero repartían mejor”… “maiceaban mejor”… o, el ya popular pero nada gracioso, “robaban con más clase”.

Cada que atestiguo este tipo de comentarios me queda clara la baja autoestima que tenemos como sociedad. Pienso en lo acostumbrados que estamos, como comunidades, a no tener defensa frente al saqueo y a rogar, suplicar, aunque sea una “salpicadita”.

E incluso llego a sospechar, no muy contento, que parece que el sentimiento que nos genera la corrupción no es la indignación… sino la envidia.

“Si me beneficio es un gran Gobierno”… “si se benefician otros, son unos corruptos”.

Y esto me recuerda a una pregunta desesperada que me hizo un empresario miembro de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción en lo relacionado a las comisiones que exigen los gobernantes para otorgar el contrato de una obra pública.

Su desesperado “¿Qué hacemos?” me persigue en la mente, tanto que trato constantemente de buscar, idear o diseñar una forma de atajar el problema.

De negarse a dar la comisión, que a veces es del 10% del costo de la obra (llamado coloquialmente “El Diego”) y que al parecer hoy empieza a ser popular “El Trini” (el 30%), serían relegados y su supervivencia como empresa sería comprometida.

Por supuesto que ese requisito corrupto aniquila la utilidad de cualquier negocio, por lo que la salida termina siendo aumentar el costo de la obra… lo que a su vez resulta en nada menos que un franco saqueo de las arcas públicas.

Es por eso que hay obras caras, pues de ahí succionan nuestro dinero; es por eso que hay muchas obras, porque precisamente ahí está el negocio de gobernar (entre otros).

En aquel desayuno con constructores recomendé un pacto gremial, una resistencia conjunta a otorgar la comisión del sector, pero resulta obvio que siempre habrá quién se preste al juego o, en su caso, como en el sexenio pasado, se creen empresas ex profeso para ello.

Vaya que tenemos un reto para tratar de atajar ese problema que, desde mi punto de vista, es el principal de corrupción en Sonora: El conflicto de intereses en la asignación de la obra pública. Por el tamaño del fenómeno, en monto y el daño al erario público, debería de dejar de ser un resignado secreto a voces, para ser un relevante enemigo público a ser combatido.


Educación en manos mafiosas

Iba a escribir sobre educación y lo absurdo que es tener 20 años discutiendo la política educativa de este País y no avanzar en su primer problema: Seguir sujetos a los designios de una mafia institucionalizada en el llamado Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).

Ni el SNTE ni cualquier autoridad educativa está dispuesto a rendir cuentas sobre los 72.4 mil millones de pesos (más de dos veces el presupuesto de Sonora) que se han ejercido en la llamada “Alianza por la Calidad Educativa”, no nada más por el uso y destino de esos dineros, sino por los mediocres resultados obtenidos.

Su camino al fracaso es evidente: A tres años de invertir para tener mejores maestros la calificación “aceptable” en el Examen de Conocimientos y Habilidades Docentes no más no levanta, pues retrocedió y pasó de ser 32.7% en 2008 a 26.8% a la fecha. La de los estudiantes tampoco: El 60% de primaria tienen un nivel “elemental” o “insuficiente.

En secundarias es peor, pues en esa misma vergonzosa categoría caben el 80%.

Y si bien Sonora es de los menos malos (38.2% de profesores con calificación “aceptable”), seríamos igual de mediocres si nos conformamos o felicitamos por ello, pues solamente menos de 4 de cada 10 son aceptables. En otras palabras, los seis restantes no son buenos y están (en estos momentos) educando defectuosamente a nuestras nuevas generaciones.

Hay que bajarle a la soberbia gremial, que no nos están haciendo un favor a la sociedad, es su trabajo como servidores públicos. Les pagamos para ello.

Eso sí, para ser fuerza electoral, para la grilla, sí hay calidad y efectividad.

Ah, y claro, la iniciativa que pudiera democratizar a las escuelas y al sistema educativo en su conjunto en Sonora, propuesta por muchas organizaciones y organismos, suscrita alegremente por los diputados de muchos partidos, está en la congeladora.

¿Quién ordenó detenerla? No hace falta adivinar.

 

Guillermo Noriega Esparza. Internacionalista, UNAM y director de Sonora Ciudadana A.C.

Correo: noriega@sonoraciudadana.org.mx

Twitter: @elmemonoriega

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