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Mercantilismo obsesivo

Fernando Navarro López
Miércoles 02 de Marzo de 2011
 

Cuando se vino encima la crisis económica de 2008 a mucha gente nos llamo la atención que el presidente de EU de entonces al dirigirse a la nación, su mensaje medular a la gente común fue: “salgan de compras…”. Fue motivo de muchas versiones el porque de semejante solicitud, en un escenario de despidos masivos, quiebras bancarias, con efectos en cadena en todos los países industrializados.

La referencia obvia era que solo así se reactivaría el comercio que a su vez estaba en crisis por sus bajas ventas e inventarios saturados en una especie de circulo vicioso, sin embargo permitió desnudar claramente la trama del sistema económico actual: a la gente no se le considera por lo que es: obreros, doctores, maestros, empleados, amas de casa, estudiantes o lo que sea, sino por lo que representa: todos somos consumidores activos o potenciales.

Actualmente los países son medidos en función de lo que son capaces de producir y la gente que los formamos (y que producimos, transportamos y vendemos lo que se produce) en función de lo que podemos consumir en todas las etapas de la vida.

Basta ver la televisión con otra perspectiva y veremos claramente como los comerciales han ido pasando, en tres o cuatro décadas, de simples mensajes de invitación a imperativos categóricos casi dictatoriales y últimamente a mensajes subliminales o sugestivos para incitar y de muy variadas maneras, ordenar a la gente a comprar.

Los valores entendidos en las sociedades urbanas se basan en comprar y que lo adquirido sea visto y percibido por los demás y así realizarse socialmente. Eres por lo que tienes o haz logrado acumular; si no tienes dinero para comprar, no eres nadie….y si no has acumulado posesiones, menos.


Como hemos llegado a esta situación?

Los estudiosos de los fenómenos sociales afirman que fue en los años que siguieron al fin de la segunda guerra mundial y las dos décadas que le siguieron, en que las necesidades de reconstrucción llevaron a imponer una lógica nueva en los procesos de producción masiva, ya implementados para entonces: era necesario producir cada vez mas bienes y esto solo era posible si lo que se fabricara se vendía a una velocidad que permitiera volver a hacer mas, la producción genera riqueza al venderse y al necesitar hacerse mas cosas esto demanda más empleos, dando origen a un circulo de “prosperidad” que era necesario crear.

Solo que éste no se podría hacer si se seguían fabricando las cosas para que duraran mucho, por lo que a algunos se les ocurrió hacer dos cambios en la manera en que funcionaban las cosas: la obsolescencia real y la obsolescencia percibida.

Ya no se fabricarían los bienes destinados a ser comprados con la finalidad de que duraran toda la vida, sino que se les programaría un periodo de vida “útil”, terminado el cual seria necesario volver a comprar otro de nuevo, acelerando de esta manera el ciclo de producción.

En la década de los cincuenta se discutió en Estados Unidos públicamente esta nueva manera de hacer las cosas y que termino por ser adoptada en todo el mundo. Las lavadoras, las televisiones, los carros, las computadoras, etc., etc., todo lo producido en serie o en forma masiva ha sido modificado en su diseño para que sea necesario volver a comprar otro en el periodo mas corto posible, sin importar la enorme cantidad de material de desecho que eso implica, pues la “economía” necesita que se produzcan mas y mas cosas y que, por supuesto, se vendan.

La otra modificación “genial” de los que controlan los procesos de producción fue la caducidad percibida más no real y que tiene su máxima expresión en la moda. Si la ropa que tengo esta en perfecto estado, pero “ya no esta de moda” no puedo usarla sin exponerme a la burla o exclusión social. La moda es en extremo caprichosa por decisión de quienes la producen para mantenernos en un estado de permanente consumo.

El carro que tenemos es comparado con el último modelo, que ha sido mejorado pero también modificado intencionalmente, trasladándonos la sensación de rezago para instarnos a adquirir el mas nuevo aunque el que tengamos este en buenas condiciones y así con casi todas las cosas que desde entonces pasaron a llamarse “bienes de consumo”.

Hemos reparado en cuantas televisiones, teléfonos celulares, computadoras, etc., se desechan solo por el simple hecho de que ya hay unas mejores o mas nuevas, aunque todavía éstas estén en condiciones normales de uso?.

El éxito de la estrategia es abrumador, pero le esta costando mucho a la naturaleza y al planeta en general pues somos tantos habitantes y es tanto lo que consumimos y desechamos diariamente que el ciclo esta amenazándonos a todos: bosques desapareciendo, ríos cada vez mas contaminados, basura en cantidades que cada vez es mas difícil de manejar, aire contaminado, desequilibrio de los ciclos naturales del agua y del clima, suelos desprovistos de materia orgánica y un largo etcétera.

Cada vez hay más inquietud en diferentes partes del mundo por los efectos que produce este modelo de vida que se nos impuso y sobre todo por anticiparnos al momento límite: hasta cuando podremos seguir así.

La pregunta de fondo es ¿es posible vivir sin comprar las cosas que necesitamos?

La trama que nos han tejido nos da la falsa sensación de que esto no es posible, cuando es evidente que los que se han mantenido al margen del consumismo obsesivo no solo viven más, sino que lo hacen mas placenteramente sin que esta ultima palabra se refiera a las comodidades, sino simple y sencillamente al disfrute de la vida por lo que es, no por las posesiones que podamos acumular durante ella.

El caso actual mas interesante de gente organizándose, por la gran cantidad involucrada, para poder cultivar su alimento e intercambiarlo y que les permitió romper el paradigma en que nosotros nos encontramos encerrados, es el de Cuba.

La desaparición de la URSS les quitó los subsidios y cerró sus mercados de exportación, el bloqueo comercial desde hacía mucho que les mantenía cerradas sus fuentes de financiamiento y comercio: la gente, desesperada por comer no tenía dinero para comprarla y el gobierno no tenía como producirla al carecer de petróleo y maquinaria funcionando. Esta situación imprimió un cambio en su manera de pensar y surgió la agricultura comunitaria, en algunos casos llamada “permacultura”.

Tenemos la sensación de que siempre los anaqueles del supermercado estarán llenos y las tiendas con muchas cosas para comprar, los cubanos pasaron por la experiencia que les abrió los ojos ante una realidad evidente: no hay recursos infinitos, el petróleo tarde o temprano se va a acabar, por lo que tendrán que desarrollarse las alternativas que vengan a sustituirlo.

Mientras tanto preguntémonos ¿qué eslabón soy de las largas y pesadas cadenas que tienen aprisionado al mundo en un estado de cosas absurdas en las que el lucro y la especulación tienden a hacer todo desechable?

Y aun más: somos los millones de “consumidores” los que formamos los candados que unen esas cadenas….

cdimf_fernandonavarro@hotmail.com

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