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En la lupa

Guillermo Noriega
Miércoles 23 de Marzo de 2011
 
Estaríamos equivocados si nos dejamos seducir por la creencia de que “la gente nunca cambia”. De la forma más pesimista y derrotista nos estaríamos condenando a nosotros mismos a sufrir las peores pesadillas que como sociedad podemos generar. Y vaya que hemos demostrado que ese infierno puede ser ilimitado.

El día de hoy escuché a un especialista hablar del “social behavior” (el comportamiento social en sus diferentes interpretaciones) y cómo es que mucho del éxito de organizaciones no gubernamentales, causas diversas y lo más visible, empresas, depende de lograr convencer sobre la necesidad de algún cambio.

Hace solamente un par de años el Ipad no existía, hoy vemos que muchos no pueden vivir sin ella, al igual que la Blackberry y otros ejemplos. El comportamiento social en torno a las necesidades de comunicación de la sociedad, por ejemplo, ha evolucionado (o involucionado, depende de quién lo diga) a un nivel inimaginable. La consecuencia lógica para la empresa son mayores y millonarias ventas.

Hablando no de una empresa, sino de nosotros como sociedad, es posible decir que sí podemos generar profundos cambios culturales y obtener ganancias inimaginables si nos deshacemos de ideas muy arraigadas que en nada nos ayudan y mucho nos estorban.

Generar por ejemplo 1) rechazo social generalizado a la corrupción y al abuso del dinero público, no como ahora que las propias víctimas veneran a los rateros de cuello blanco, ejemplos hay muchos de todos los colores funcionarios y ex funcionarios; 2) eliminar la idea de que “el que no transa no avanza”, mostrando casos de éxito en el que el progreso está asociado a la ética y no a la corrupción, 3) sembrar en el psique colectivo que la ley es para obedecerse y que la que sea considerada injusta no se ignora, sino se cambia a través de distintos mecanismos y, entre muchos otros, 4) que para los problemas ya no existen fronteras, por lo que nos debe importar lo que pasa más allá de nuestras narices.

Imaginamos que cada uno de esos objetivos contendrían una gran cantidad de detalles y vicisitudes, como la urgencia de mecanismos de inclusión y participación efectivos, precisamente para incentivar que la población se involucre en el mejoramiento de las leyes, antes de preferir su violación.

Un éxito de estas magnitudes traería beneficios en los niveles de educación, salud, seguridad, empleo, cultura, calidad de vida y felicidad de una sociedad.

Tal vez podamos demostrarnos que no se trata nada más de tener un ingreso maquilador o medianamente suficiente, como muchos gobernantes lo creen y presumen. Se trata de reconstruir un tejido social y establecer acuerdos para una relación democrática (no de sumisión) entre los integrantes de una sociedad y éstos y sus gobiernos.

¡SON LOS INCENTIVOS!

Así como Bill Clinton hace ya algunos años acuñó su famosa frase “Es la economía, estúpido”, para referirse a la clave del interés general de los estadounidenses en tiempos electorales, es posible decir con la misma energía: ¡Son los incentivos!, cuando nos cuestionamos sobre la actuación de nuestros gobernantes.

Cuáles son las motivaciones reales de los políticos para tomar las decisiones correctas es precisamente la pregunta que nos debemos hacer siempre como sociedad, pero no es la única: ¿Qué motivos, qué incentivos, les damos nosotros (los patrones, los electores) a ellos para actuar correctamente?

Detengámonos a analizarlo por un simple párrafo: ¿Premiamos a los que toman las decisiones adecuadas o a los que son más astutos o vagos y sacan ventaja de un problema? ¿Votamos por quienes dieron mayores resultados… o por el más simpático o el que es bien parecido? ¿Premiamos a quien hizo las mejores leyes o al que entregó más cobertores o becas? ¿Elegimos al mejor posible o al que nos pueda ayudar a obtener algún privilegio personal?

¿Es posible generar un cambio positivo en el comportamiento social y en nuestras relaciones políticas? Yo en verdad estoy convencido que sí se puede, pero sólo si se logra comunicar masivamente por qué nos conviene evolucionar y ser diferentes y detonar de forma estratégica, poco a poco, esos pequeños consensos, a los que debemos llegar como sociedad.



Guillermo Noriega Esparza. Internacionalista, UNAM y director de Sonora Ciudadana A.C.

Correo: noriega@sonoraciudadana.org.mx

Twitter: @elmemonoriega

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