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El placer de esperar

Jorge A. Lizárraga Rocha
Lunes 17 de Enero de 2011
 

Desde hace tiempo, podría decir de toda la vida que recuerdo, la prisa nos ha acompañado para todo lo que hacemos, o tratamos de hacer; especialmente desde que nuestro planeta entró en crisis económica, la cual no entiendo pues los recursos naturales con que contamos y que deberían ser los generadores de la riqueza económica son prácticamente los mismos. Traemos prisa, principalmente, para poder generar o ganar más dinero, dinero que se nos va con la misma prisa con que lo recibimos.

Pero, ¿El tener prisa resuelve nuestros problemas, o los hace mayores? Quien  sabe, pero de que se vive más incómodo con prisas,….. se vive más incómodo.

Ahora se quiere todo instantáneo y algunos han perdido la capacidad de sentir el placer de esperar; ya no saben esperar y disfrutar esos momentos de espera durante los cuales se puede ejercitar un músculo que cada vez se utiliza menos: el cerebro (sin querer ofender a ninguno de los lectores de este escrito). Veamos algunos ejemplos de cosas que queremos instantáneas y que nos han quitado el placer de disfrutarlas cuando tenemos que esperar por ellas.

Ya pocos saben lo que es el café de “a de veras” desde que apareció el café instantáneo casi se ha perdido el placer de poner el café molido en una talega de tela y en una cafetera en la estufa, esperando que despida el aroma tan característico que nos hace disfrutarlo desde antes de que esté listo; ahora con calentar agua y echarle el polvito se tiene un “café” que en lo personal se me hace insípido. Lo mismo pasa con los tes y algunas otras bebidas calientes, como el atole, el chocolate, el pinole, etc.

El llegar a una taquería o restaurante y, si no hay prisa ni mucha hambre, disfrutar el tiempo desde que pedimos nuestra orden de comida o tacos y platicar con los acompañantes en lo que nos llegan los platos con lo que vamos a comer y comer sin prisa. Es común el ver a los comensales poniendo más atención y renegando por los meseros, que dedicarle tiempo a sus compañeros de mesa. Los tiempos actuales han hecho que proliferen y sean exitosos los sitios de comida rápida, aunque su calidad sea de dudosa calidad, bueno ni tan dudosa, casi seguro que son de mala calidad.

Hasta para divertirse alguna gente tiene prisa. Los que vamos al béisbol, (por cierto que buena temporada de los Yaquis, pero los precios prohibitivos que le pusieron a los boletos ahora para los juegos de postemporada ……) somos pocos en realidad los que llegamos antes de que se inicie el juego, lo que nos da tiempo de aventarnos unos tacos, saludar a otros tempraneros, analizar el “lainop”, pedir la infaltable bolsa de cacahuates, criticar y chiflarle a los ampayers cuando salen, porque de seguro la van a regar, aplaudir cuando sale el equipo de casa y abuchear al visitante, pararnos y quitarnos la cachucha para cantar respetuosamente el Himno Nacional, y disfrutar desde el primer lanzamiento al Jompleit. En cambio considero que alrededor del 75% de los asistentes llegan corriendo a la altura de la segunda o tercera entrada y con prisa, pues tuvieron algo que los retrasó en su actividades diarias; eso hace que si tenemos paciencia les tengamos que explicar lo que ha sucedido hasta el momento y ver con más paciencia como se “tienen que emparejar” con las cheves pues ya llevan un par de entradas de retraso, lo que hace que al rato tengan que ir con prisa al baño y perderse unas jugadas que pueden ser cruciales.

Ya en otro nivel de paciencia, los que cada vez que podemos vamos al campo a observar la naturaleza, sobre todo a las aves, el placer de esperar que se nos cruce en el camino algún ave, además conlleva el pensar y poder ver otras cosas de las que nos hemos alejado por andar con prisas en nuestro medio urbano al que irremediablemente pertenecemos y nos debemos.

Así, podríamos mencionar otras tantas cosas que hacen que perdamos el placer de esperar. Dice un compa llamado Robert Louis Stevenson: “Tanta urgencia tenemos por hacer cosas, que olvidamos lo único importante: vivir.”

Claro que también hay un montón de cosas que no produce placer el esperarlas, pero esas mejor no las menciono para no dedicar tiempo a algo poco placentero. Para esas cosas poco placenteras, un filósofo Hindú-Mexicano ha tenido la respuesta desde hace décadas al decir: “Serenidad y Paciencia mi querido Solim”, estoy seguro que algunos ya lo reconocieron, su nombre: Kalimán.

Les invito a que practiquemos lo que Stevenson y Kalimán predican, “no tengamos prisa, mejor debemos vivir con serenidad y paciencia”, quizá no nos haga vivir más, pero eso sí, nos hará disfrutar más del tiempo que estemos en este fabuloso mundo que Dios puso a nuestra disposición.

 

 

 

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