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Educación ¿superior?

Teresa Padrón
Jueves 28 de Octubre de 2010
 

La educación es el único medio para alcanzar el crecimiento integral de los pueblos, su desarrollo económico y su bienestar social.
José Vasconcelos

En su discurso al recibir el premio Príncipe de Asturias 2010, el rector de la UNAM, José Narro Robles, hizo hincapié en que frente a la crisis financiera mundial producto a su vez de la crisis de valores, se debe volver al humanismo que proponían los pensadores del siglo XIX. 

“Frente al éxito quimérico, el egoísmo, la corrupción o la indiferencia, el mejor antídoto son los valores laicos de ayer y siempre”,  dijo el rector. Habló también del panorama desalentador que se les presenta a los jóvenes que no tienen muchas esperanzas respecto de que las cosas mejoren y dijo, textualmente, que el gran reto consiste en lograr un “progreso en donde lo humano y lo social sean lo verdaderamente importante”.

Estamos asistiendo al colapso del país. Las instituciones se desmoronan ante nuestra indefensión e indiferencia. La corrupción ha permeado a todos los ámbitos de la vida cotidiana y nadie escapa del coste social que ésta conlleva: pobreza extrema, desempleo, ignorancia, violencia y un panorama general de enojo e impotencia por no poder o no saber cómo protestar, cómo levantar la voz sin ser reprendidos, castigados o criticados.

A algunos les puede parecer que hablar de valores o de humanismo es asunto del pasado, del Renacimiento o del siglo XIX. Se equivocan. También lo es de ahora y del futuro. Por esto, la crisis que enfrenta la población mundial requiere de una revisión a fondo de los valores que transmitimos a los jóvenes. Se debe hacer, en virtud de que la desigualdad y el rezago afectan en el mundo a miles de millones de personas. La modernidad debe traducirse en mejores condiciones para los excluidos de siempre. El verdadero saber no es neutro, debe estar impregnado de compromiso social. El gran reto consiste en alcanzar un progreso donde lo humano y lo social sean verdaderamente lo importante.

José Vasconcelos fue uno de los grandes pensadores que ha dado México. Abogado de profesión, educador, filósofo y humanista, Vasconcelos fundó, junto con otros ilustres mexicanos de su época, como Alfonso Reyes y Antonio Caso, Pedro Henríquez Ureña, Isidro Fabela, entre otros, el famoso “Ateneo de la juventud”, en 1909. El Ateneo surgió como una inquietud de los jóvenes intelectuales que con sus ideas humanistas contagiaron el espíritu de los ideólogos y de los líderes de la Revolución Mexicana que se consolidaría con el fin del régimen porfirista y culminaría con una reforma cultural.

Uno de los principios rectores de esa nueva generación entusiasta, era la de humanizar la educación. Es decir, educar a los nuevos profesionistas no sólo en las áreas del conocimiento que les compitiera, sino también en los aspectos intelectuales y en los valores humanos trascendentales que harían de ellos hombres y mujeres libres, críticos, dotados de juicio, responsables, comprometidos con sus ideas y valientes.

Vasconcelos y los otros miembros del Ateneo tenían la fuerte convicción es que es sólo a través de una educación integral que contemple todos los aspectos del ser humano, que se puede consolidar una nación libre y soberana. Hombre culto, lector voraz de grandes filósofos como Platón, Kant, Nietszche, Schopenhauer, quienes influyeron en su pensamiento humanista, Vasconcelos fue nombrado Rector de la Universidad Nacional de México (hoy UNAM) bajo el gobierno de Adolfo de la Huerta y secretario de Instrucción Pública (hoy SEP) bajo el Álvaro Obregón. Curiosamente, ambos presidentes, eran sonorenses. Fue, de hecho, durante el gobierno de Obregón que se llevó a cabo la primera reforma educativa en el país de donde surgirían, entre otras cosas, los libros de texto gratuitos.

¿No resulta increíble que hayan sido justamente 2 sonorenses quienes hayan permitido que la educación superior se humanizara y elevara su nivel, dejándola bajo buen resguardo en manos de uno de los mejores pensadores de México y que hoy, tristemente, estemos, aquí en Sonora, asistiendo a un panorama desolador en el terreno de la educación superior?

Instituciones que hasta hace poco eran semillero de conocimiento, generadores de desarrollo y fuente de vinculación con otras universidades del país y del extranjero, han ido a parar en manos de gente inepta, inexperta y sin compromiso alguno con la sociedad. Las materias de humanidades, que son complemento indispensable en la formación integral de los futuros profesionistas, simplemente se han desechado, por “falta de presupuesto”, dicen. A cambio, se ha privilegiado el despilfarro, la ostentación y el mal manejo de los recursos en aras de una “imagen externa” que, dicho sea de paso, está cada vez más desprestigiada.

¿Es que quieren copiar el modelo de otras instituciones educativas como semillero de ese tipo de nuevos “profesionistas”? La mayoría (con sus escasas excepciones) de sus egresados de las últimas generaciones, son “maestros” allí mismo e imparten materias cuyos contenidos desconocen por completo y si entrecomillo la palabra es por que para ser maestro hay que estudiar pedagogía, metodología, psicología, docencia y muchas otras cosas de las que ellos carecen. Además de tener vocación y amor por el oficio. No por el hecho de ser ingeniero, voy a dar clases de ingeniería, por ejemplo.

Estas universidades se han vuelto una pasarela en donde se exhibe a las “reinas” de belleza y se hacen concursos, rifas, bailes, tocadas y bailes en pleno campus y a horas de clase. Eso, sin mencionar el lenguaje soez que usan no sólo los alumnos, sino algunos de los maestros. Su vocabulario se reduce a 10 palabras y todas ellas son groserías. ¿Ese es el futuro de México? Da miedo, terror, siquiera imaginarlo.

¡Qué tristeza! Llegar como se llega a un nuevo “changarro”, recién “regalado” y echar por tierra un proyecto de educación integral forjado con el esfuerzo, el tesón, el entusiasmo y el amor de profesores y académicos de primer nivel y cuya preparación y profesionalismo se veían reflejados en su compromiso con la escuela pero, sobre todo, con los jóvenes y con México.

Nunca como antes, el Norte del país se había visto tan golpeado por la violencia y el crimen. Nunca como antes habíamos sido presa del miedo y de la desconfianza. Nos quejamos de que nuestros jóvenes estén perdidos en un mar de dudas, que sólo quieran echar relajo, tomar y no tener responsabilidades, pero ¿por qué habrían de comportarse como adultos, si los “modelos” de adultez que tienen, se comportan como adolescentes?

¿En dónde pues, sino en la universidad es en donde se forma un adulto de verdad? ¿En dónde, sino ahí, se debe fomentar el pensamiento crítico, la reflexión, el análisis, la discusión de los temas verdaderamente relevantes? ¿En qué otro lugar se va moldeando lo que será el carácter y la personalidad (no exterior) de una persona? Tal parece que tendríamos que volver a analizar el concepto de “adulto”. Según la definición más socorrida, la de La Real Academia Española, adulto es alguien: Llegado a cierto grado de perfección, cultivado, experimentado. Ejemplo: Una nación adulta. Y yo, como maestra universitaria, constato, todos los días, que las personas que ahí veo, tanto alumnos como muchos de los maestros, empleados y directivos, distan mucho de encajar dentro de esa definición.

Cada día hay más universidades. Demasiadas, diría yo, para un lugar de apenas 500,000 mil habitantes. Pero, ¿cuántas de ellas incluyen entre sus planes de estudio materias de humanidades? Y, más importante, ¿en dónde se pueden manifestar la cultura, la artes y las humanidades que deberían promoverse en las universidades? Aquí no hay espacios para ello. Hay sólo 2 museos, una galería de arte; no hay Instituto de Bellas Artes; escasean las librerías, los cafés, los teatros y las salas de cine culto, no comercial. Entonces, ¿por qué nos escandaliza que nuestros jóvenes tomen tanto, cada fin de semana o consuman droga o manejen como locos o usen el lenguaje que usan? ¿Qué otra opción tienen?

El proyecto del modelo educativo que hasta hace poco tenían algunas universidades locales, estaba diseñado para englobar todas las áreas del conocimiento. Sus creadores son personas inteligentes, cultas y conscientes de que la técnica sin el humanismo, sólo genera seres maquinales, que no piensan ni tienen ideas propias, y que carecen de una formación ética que les permita discernir entre lo que es bueno y lo que no. Ellos saben que la tecnología sin las humanidades, sin el arte, sin la cultura, sirve sólo para generar obreros, esclavos del trabajo, dependientes siempre y al servicio de alguien más, incapaces de emitir un juicio acerca de nada, sin capacidad crítica y sin ideas propias. Y peor aún, adolescentes eternos. Que serán incapaces de conducir sus vidas y mucho menos, desarrollar sus potencialidades a favor de la comunidad en donde se desenvuelvan, ya que no sentirán por ella ningún arraigo, ningún afecto, puesto que ese tipo de sentimientos sólo surgen de quienes han recibido una educación integral, en donde las humanidades ocupan un sitio preponderante.

Teresa de Jesús Padrón Benavides

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