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Columna de Hierro

Sergio Ibarra
Sábado 04 de Septiembre de 2010
 
  • “No es necesario invocar a Dios para encender la mecha y poner en marcha al universo”: Stephen Hawkings.
  • Alicia Pavlovich y Guillermo Silva, el uno - dos para el PRI estatal

Es posible que hasta ahora el mundo sepa  muy poco del científico británico Stephen Hawkings. El es miembro de la Real Sociedad de Londres, la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos y es muy probable que sus colegas de la Academia Pontificia de las Ciencias hayan puesto el grito en el cielo, al lado del clero mundial, incluido por supuesto, al propio Papa, a partir de las declaraciones que acaba de hacer el señor Hawkings cuyas afirmaciones lo colocan de golpe y porrrazo como el Galileo de los tiempos modernos.

Antes de hablarte de sus declaraciones que, de haberse anunciado unos 400 años atrás, el hombre ya fuera un fuerte candidato a la hoguera, déjame decirte también que el británico tiene en su haber además de sus muchos títulos como físico, matemático y astrofísico, doce doctorados honoris causa, así como los premios Príncipe de Asturias, de la Concordia y la Medalla al Mérito de la Libertad que le fuera concedida apenas el año pasado.

Su vasta experiencia en el mundo de la ciencia lo colocan como uno de los científicos de más renombre y prestigio en el planeta.

Físicamente no se halla completo del todo. El hombre de ciencia padece una enfermedad llamada “Esclerosis lateral amiotrófica”,  conocida también como enfermedad de Lou Gehrig y que la ciencia médica explica como el padecimiento que afecta las neuronas motoras no así las sensitivas. Es decir, tiene muy poca movilidad y de hecho sus actividades las desarrolla a bordo de un aparato tipo silla de ruedas de la que muy poco se separa. Cuando en años pasados Hawkings sufrió de una fuerte pulmonía los médicos le dieron muy pocas esperanzas de vida y el amor por quien ahora es su mujer le motivaron y le dieron las fuerzas suficientes para recuperarse y salir vivo de ese trance.

Decirle a Hawkings que la mano de Dios, el hacedor del universo fue quien contribuyó en gran manera de que siga estando entre nosotros, hubiera insultado, seguramente el pensamiento y la inteligencia del hombre que con fecha de este pasado miércoles primero de septiembre declaró que “No es necesario invocar a Dios para encender la mecha y poner en marcha el Universo”.

Y explica así su teoría en su nuevo libro, El Gran Diseño: “Los desarrollos en la física moderna excluyen a Dios de las teorías sobre el origen del Universo, el Big Bang fue una consecuencia inevitable de las leyes de la fisíca”. Y agrega: “Dado que existe una ley como la de la gravedad, el universo puede crearse y se crea a partir de nada. La creación espontánea es la razón por la que hay algo en lugar de nada, de por qué existe el universo y de por qué existimos nosotros”.

Qué cosas tiene la vida. Paradójicamente, ni todo su conocimiento ni su vasta fortuna le pueden salvar de su  inmovilidad y de seguir atado a una silla con todos los aditamentos técnicos y científicos. Y lo peor: su apego al materialismo científico no le permiten esperar un milagro o atisbar con rumbo a ese otro enemigo que se anida en el ser humano que es la mente reactiva y que ya la misma comunidad médica acepta como la única responsable del ochenta por ciento de los padecimientos del hombre; la enfermedad psicosomática (psique= mente, somo= cuerpo): lo que la mente le hace al cuerpo.

En lo particular, yo me sigo quedando, mejor, con la certeza de que esos momentos como el amanecer o la caída de la tarde, la sonrisa de un niño, el inocente grito de quien arriba a este planeta y el gran amor que sigue moviendo al mundo, no son, no pueden ser producto de la casualidad, sino voluntad de alguien que seguirá sosteniendo el planeta mientras en el hombre se mantenga viva la llama de la caridad, la esperanza y el amor con que se iluminan las mil y una noche de todos los seres de la tierra.

Por eso, te regalo lector, los versos de Sabines en su poema, “Me encanta Dios”:

Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una
pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe con las manos.

Nos ha enviado a algunos tipos excepcionales como Buda, o Cristo, o Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos digan que nos portemos bien. Pero
esto a él no le preocupa mucho: nos conoce. Sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña, que el hombre se
traga al hombre. Y por eso inventó la muerte: para que la vida — no tú ni yo– la vida, sea para siempre.

Ahora los científicos salen con su teoría del Big Bang… Pero ¿qué importa si el universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes.

A mi me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas, y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que ha hecho — frente al ataque de los antibióticos — ¡bacterias mutantes¡

Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble. Mueve una mano y hace el mar, y mueve la otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento.

Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, y manda tormentas, caudales de fuego, vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es mentira. Es la tierra que cambia –y se agita y crece– cuando Dios se aleja.

Dios siempre está de buen humor. Por eso es el preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito y la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el aroma más dulce, la noche insondable, el borboteo de luz, el manantial que soy.

A mí me gusta, a mí me encanta Dios. Que Dios bendiga a Dios.

FIERRITOS EN LA LUMBRE

Pues todo parece que “consumatum est” por rumbos del PRI estatal y que en breve ya tendremos el relevo de Roberto Ruibal Astiazarán. Para los que apuntan, con rumbo a la dirigencia estatal, está más que amarrada la hermosillense Claudia Pavlovich, hija de la ex alcaldesa capitalina, Alicia Arellano, mientras que en la secretaría general se consensa el nombre del cajemense Guillermo Silva Montoya, hombre de amplio currículum tanto en las filas grilleriles como en los puestos públicos; Silva Montoya, además de dirigente del PRI Cajeme, ha sido subsecretario de gobierno en los tiempos de Manlio Fabio Beltrones, secretario del Ayuntamiento de Cajeme y delegado del ISSSTE. Con la designación de Arellano, se estarían quedando en el camino, en espera de nuevos tiempos, el ex alcalde hermosillense, César Gándara, Rosario Quiñonez y el ex diputado federal y dirigente cenecista, Julián Luzanilla Contreras.

Sugerencias y comentarios; premiereditores@hotmail.com

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