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México sin pobres (5 de 7)

Jorge A. Lizárraga Rocha
Domingo 02 de Mayo de 2010
 

Tercer día de México sin pobres (Miércoles)

Nadie le había dicho a nadie fuera de su familia directa, ni siquiera a sus hermanos o hermanas, sobre el dinero que de manera inexplicable le apareció como patrimonio. Todos todavía tenían miedo de que les juzgaran mal por tener resuelta su situación económica, por ello casi todos seguían yendo a trabajar de manera normal, aunque ya empezaban a excederse un poco en sus gastos cotidianos; por ejemplo, algunos de los pobres ya habían decidido comer las tres veces al día; otros decidieron volver a llenar el tanque de la gasolina aunque todavía estuviera a medias de lleno; los más compraron unas prendas de ropa más caritas que las de costumbre y así se inició el tercer día sin pobres en México.

Al decir que casi todos seguían yendo a trabajar de manera normal, implica que algunos acelerados, o mejor dicho más comodinos, habían decidido dejar sus trabajos al segundo día de haber visto resuelta su situación económica. Dirán que los traigo de encargo, pero históricamente podría quedar bien sustentado el hecho de que la mayoría de los que dejaron sus empleos fueron del H. cuerpo burocrático de nuestro país; por lo anterior fue en las oficinas de gobierno adonde se empezaron a dar cuenta de la falta de personal trabajador, bueno eso de trabajador es en sentido figurado, cosa que se permite a quienes nos atrevemos a escribir novelas.

Los jefes de oficina al notar el ausentismo que se dio ese miércoles, empezaron a llamar a los encargados de personal para ver qué estaba pasando, y ellos les dijeron que no se había presentado a trabajar un alto porcentaje de empleados, pero que no se les podía levantar ningún acta administrativa pues tenían derecho a tres faltas seguidas a lo largo del mes como uno de los grandes logros de su gremio sindical. La carga de trabajo se incrementó para quienes se presentaron a trabajar de manera regular; las filas de dolientes, digo de contribuyentes otra vez, se hicieron más largas pues más gente quería saldar sus pendientes con el gobierno, aunque el gobierno no había hecho nada para tener pendientes con los ciudadanos. La situación se puso tensa a eso de media mañana pues el avance de las filas era aún más lento que en la semana anterior, cuando todavía había pobres en México.

Los burócratas vieron drásticamente cortados sus recesos de cada 20 minutos para tomar agua o cafecito, los tuvieron que espaciar hasta casi cada 30 minutos, algo sobre lo que de seguro sus líderes sindicales iban a escuchar cientos de quejas. Las pláticas todavía fueron más insulsas que el día anterior, pues los temas de queja ya casi se agotaban, con excepción del tema de los flojonazos que no se habían presentado a trabajar.

Al salir del trabajo, la diaria parada en la cantina ya no estuvo tan festiva, pues había muchísima más gente y muchísima menos cerveza que el día anterior, por lo que los precios se vieron sustancialmente incrementados. Algunos nomás estuvieron un ratito y mejor se fueron a sus casas, a seguir planeando qué hacer con el dinero que tenían y que la gente no se diera cuenta de su bonanza económica.

Los comercios pequeños y los supermercaditos de las colonias empezaron a tener problemas más serios para abastecerse de mercancía para la venta al público. La mayoría de ellos ya no recibían clientes, pues no tenían mercancía que ofrecerles y además pensaban que ya no los necesitaban pues en su caja de zapatos tenían suficiente dinero para sobrevivir, así que optaron por darse un descanso y cerrar sus instalaciones mientras se resolvía lo del abastecimiento de mercancía.

Por otro lado, los mayoristas no le echaban tantas ganas a reabastecer sus almacenes, pues no necesitaban tan desesperadamente el dinero, si la falta de mercancía era una situación pasajera, a ellos no les afectaba pues ya tenían resuelto su problema de falta de dinero.

Los administradores de las grandes cadenas comerciales sí se empezaron a preocupar por la falta de alimentos, sobre todo los de consumo diario: carnes, frutas y verduras. Al ver que no se los podían surtir con celeridad procedieron a consultar los movimientos de la Bolsa de Nueva York, pues como allá se deciden los precios de estos productos, algo debería estar pasando a nivel mundial para que estas mercancías no llegaran a sus tiendas. No encontraron indicadores sobre esto, así que el problema se estaba generando a nivel local, por lo que empezaron a buscar las posibles causas; hay que recordar que las personas encargadas de las cadenas comerciales pertenecen al selecto grupo de los ricos anteriores, no de los que acaban de ver resuelto su problema de falta de dinero, por lo que ellos seguían trabajando normalmente, aunque empezaron a detectar que algo extraño se estaba dando en el ambiente local.

Como comerciantes avezados a resolver situaciones críticas, abusados dirían otros, decidieron poner en oferta, previo aumento al precio original y poniendo un descuento ficticio, los alimentos procesados, tales como bolsas de pasta, latas de verduras, carnes procesadas y embolsadas, etc.

Los consumidores se tuvieron que dirigir a las grandes tiendas comerciales, adonde solamente encontraron alimentos procesados, por lo que en poco tiempo dieron cuenta de ellos.

Un gran número de restaurantes tuvieron que cerrar sus puertas, con todo y ventanas y cocina, pues no tenían materia prima para cubrir las peticiones de sus clientes. De cualquier manera, los dueños, administradores y trabajadores no se quejaron del descanso forzoso, pues en su casa tenían suficiente dinero para sobrevivir y no era indispensable el salario y/o las propinas que recibirían en un día de trabajo. Además, el descanso les caería bien para planear qué hacer para administrar la riqueza que súbitamente se les había dado.  Los clientes se tuvieron que conformar con ir a comer lo que en su casa tuviera su consorte, aunque la pensaban pues en dos días ya se habían acostumbrado a la sazón de los restaurantes y no extrañaban la sazón hogareña.

En los bares y cantinas  fue la misma historia, aunque aquí sí hubo conatos de amotinamiento por parte de los clientes consuitinerario, digo consuetudinarios, pues ese día no se podrían embrutecer en alcohol como lo mandaba su rutina diaria. Tuvieron que parar en los expendios para surtir su despensa básica, pero también tuvieron problemas para lograr las cantidades adecuadas pues ese día la demanda había superado fuertemente a la oferta y los precios se habían alterado hacia el alza, esto último no era factor pues contaban con dinero suficiente para eso y más.

Las iglesias de todas las denominaciones también vieron sustancialmente disminuida a la feligresía, ya solamente iban los que seguían pidiéndole a Dios que el contar con dinero en demasía no les fuera a afectar en su calidad de vida, claro que estos eran unas 4 a 5 personas por templo.

Las gasolineras también enfrentaron el enojo de sus clientes al no poder surtirles la cantidad de gasolina requerida, pues algunos ya se habían acabado el tanque que llenaron el lunes y otros querían seguir sintiendo la satisfacción de llenarlo aunque todavía le quedara más de la mitad. Un gran número de gente se tuvo que retirar sin poder comprar el combustible.

De cualquier manera, la gente no se había dado cuenta todavía de que México era un país sin pobres y pensaban que solamente cada uno de ellos había visto resuelta su situación económica.

Las reacciones y conversaciones que se dieron en cada casa fueron muy diferentes, por lo que nos concentraremos en lo sucedido en la casa del profesionista con 35 años de casado y que sus hijos ya viven aparte y él solo comparte la casa con su pareja de toda la vida.

Por cierto en la casa de la señora soltera con dos hijos adolescentes, joven y jovencita, y un niño de 6 años, las conversaciones seguían terminando con los dos jovencitos tirados en el suelo y babeando sangre por la comisura de los labios cada vez que trataban el tema del origen del dinero que su mamá había conseguido y que ellos pensaban que venía de donde pensaban.

En fin, en la casa del profesionista la situación se desarrolló de la siguiente manera:

El señor llegó a las 7:30 de la noche, como de costumbre, y esperaba que su esposa ahora sí hubiera limpiado la casa, como de costumbre, y le tuviera lista la cena, como de costumbre, y que después de ver la tele un rato, como de costumbre, ya en la cama él le haría una invitación a su esposita para juguetear un poco, como de costumbre, y ella le diría que tenía mucho dolor de cabeza por haber limpiado la casa, hacerle la cena y ver la tele, como de costumbre, y se dormirían cada quien volteado para su lado de la cama, como de costumbre.

Pero cuál sería la sorpresa al entrar a la casa y ver todo en desorden, igualito que el día anterior, pero un montón de cajas vacías, principalmente con marcas de ropa. Más fuerte fue su sorpresa cuando vio salir a su esposa de la recámara con un negligé rosa fiusha (no sé si así se escriba, pero la intención es denotar que se veía bien vaporosa y sexy según ella) y moviéndose cadenciosamente hacia su marido inició la conversación:

Señora: Hola mi amor, ¿Cómo estuvo tu día?

Señor (tragando saliva): Bien mi amor, ¿y tú?

Señora:  Pues toda la mañana me fui al centro, oye qué cambiado está, desde hace mucho no iba y me encontré con un montón de tiendas nuevas. Aproveché para comprarme tantita ropa y este negligé junto con otros 6, uno para cada día de la semana. ¿Qué te parece?

Señor: ¡Gulp! Pues está muy bonito.

El señor pensaba pedir de cenar, pero contuvo el hambre al escuchar la sugerencia de su esposa.

Señora: ¿Quieres pasar a la recámara para que te enseñe unos truquitos que aprendí de unas revistas que venían con el negligé?
Señor: Pos sí.

Después de una hora, el señor exhausto pensó: “¿Cómo no me encontré la caja llena de dinero hace 35 años?”.

Se olvidaron de la cena y se durmieron como no lo habían hecho desde hacía 35 años. Tuvieron la dicha de sentirse ricos por una hora.

Esa noche no vieron en la televisión las noticias, aunque quisieran no pudieron, así que no se dieron cuenta de que el comercio local estaba colapsado y que algo raro estaba gestándose en el ambiente de su ciudad.

En las casas de los ricos todavía no detectaban nada extraño, solamente el señor rico se relamía los bigotes de que su cuenta bancaria seguía creciendo gracias a su visión para los negocios y al ser dueño de varios comercios de la ciudad.

En las casas de los pobres, el señor pobre volvió a regresar a su casa sin comida, pues no pudo encontrar nada en las tienditas que visitó. Su esposa e hijos se conformaron al ver que las cosas volvían a la normalidad y que se irían a la cama cenando las sobras del día anterior.

 

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