“Cuando el jefe puede lo que quiere, se corre el gran riesgo de que quiera lo que no debe querer"
Baldassare Castiglione
En términos prácticos, entre los cientistas sociales, en grados variables y sin que sea regla, se reconoce a las ingenierías como profesiones refractarias a la sensibilidad social.
Aunque cabe equivocarse, porque siempre existirán preclaras excepciones, nadie duda que a los ingenieros los caracteriza la pésima ortografía y que andan mal en semántica. Es el caso de algunos conocidos.
Aunque por otro lado, para las finalidades profesionales de transformar la naturaleza y de generar riqueza, a los ingenieros ni les falta sensibilidad ni necesiten la semántica.
Y como la política, hoy menos que nunca es asunto de esquemas vocacionales, aunque sí de encuadres axiológicos, no es raro que lleguen y despachen ingenieros en los espacios públicos.
Pero el asunto viene al caso, porque desde el 15 de septiembre pasado, gobierna Cajeme el ingeniero Manuel Barro Borgaro, el que prefiere que lo recuerden con el alias Manolo.
Y tal parece que Manolo (por elemental respeto, me niego a referirme con el apodo a la máxima autoridad municipal, aunque a él le guste, me siento incómodo y no lo repetiré otra vez), es decir, el Ing. Manuel Barro Borgaro, desconoce el significado del término “ciudadano”.
O una de dos: o no sabe lo que significa, o entiende por “ciudadano” cosas distintas; ello, a pesar de que en campaña, día con día durante dos meses, repitió hasta el hartazgo que haría del suyo, un gobierno ciudadano.
Diariamente, durante los sesenta días naturales -los informales son aparte- que duró la campaña, los cajemenses tuvieron ante sí al candidato Manuel Barro prometiendo un “gobierno ciudadano” que planearía, de la mano de los cajemenses, la respuesta social organizada del municipio.
Como no concuerdan los dichos de campaña con los hechos de la gestión, traigo al alcalde Barro, uno a uno, los significados de la palabra “ciudadano” que admite el Diccionario de la Real Academia Española.
1.- El término ciudadano(a), como adjetivo significa: Natural o vecino de una ciudad. E indica, que es válido usarlo también como sustantivo.
2.- También como adjetivo, ciudadano(a), sirve para indicar lo perteneciente o relativo a la ciudad o a los ciudadanos.
3.- Ciudadano; tanto en masculino como femenino, equivale a: “Persona considerada como miembro activo de un Estado, titular de derechos políticos y sometido a sus leyes”.
4.- En la cuarta acepción, ciudadano, en masculino, quiere decir “hombre bueno”. Personalmente creo que en este sentido, bien cabe el concepto a Manuel Barro Borgaro, tanto por trayectoria privada como por la pública.
5.- La democracia que nos hemos dado los mexicanos, lleva a pensar que la quinta acepción de “ciudadano”, parezca obsolescente: “Habitante libre de las ciudades antiguas”.
Tenemos entonces que ciudadano deriva del primitivo ciudad, y tal palabra también es la raíz léxica de ciudadanía; aclarando, que la relación es sólo por el origen léxico, porque el significado político es distinto.
Me explico: en nuestro idioma la palabra ciudad denomina la unidad geográfica y urbana donde vivimos, y por extensión, la misma palabra sirve para nombrar a quienes viven en ella.
En latín no hay ambigüedades, una cosa es la unidad urbana y otra la comunidad política; por eso, para cada caso hay nombres inconfundibles: a la ciudad le toca urbs, y al ciudadano se le llama civitas. Esencialmente, el primer concepto es físico y el segundo jurídico.
Y párale a la lexicología; por un lado, porque la opinión no busca profundidades léxicas de vocabulario político, y por otro, porque las etimologías serán terreno interesante, pero ni quien dude que es tema aburridón.
El meollo de todo lo anterior, y por el que viene al caso la ojeada a las raíces del término “ciudadano”, es porque para muchos cajemenses es inentendible que la concepción de Barro Borgaro, se agote con la acepción de “hombre bueno”…
Un ciudadano es miembro de una comunidad política; esa condición conlleva deberes y derechos, entre éstos últimos destacan los derechos de participación política, que son los que dan identidad a las democracias modernas.
Los ciudadanos de Cajeme, son ciudadanos de tiempo completo, no sólo durante los minutos que usaron para votar por Barro Borgaro; quieren transparencia en el ejercicio de gobierno y, quieren asomarse a la “caja negra” de las políticas públicas del municipio.
Algunos persiguen anhelos de justicia insatisfechos, y reclaman espacios de participación para conseguirla. No están todos los que debieran, que ciertamente, debieran ser todos los ciudadanos.
Quién hoy pide participación es la parte de la sociedad que a tropezones, “a tirones y agarrones”, entendió que lo público pertenece a los ciudadanos; que no debe distraerse y a la que toca asegurarse de que el Estado, el Municipio de Cajeme en el caso, funcione.
La peor circunstancia desde luego que no sería la falta del diccionario o el concepto equivocado de “ciudadano”, sino que los canales de comunicación de Barro con la sociedad estén rotos; porque entonces, la incomprensión surgiría de códigos, que con la democracia como referente, tendrían vocaciones políticas contrapuestas.
Aunque dicho sea de paso, de nada servirán los diccionarios del mundo, impresos, en latín, arameo, copto antiguo, o castellano común y corriente, en tanto el alcalde Barro Borgaro no levante la mira democrática; es decir, mientras no asuma actitudes enteramente receptivas con las iniciativas del pueblo de Cajeme.
Que escuche y reconozca los sentires de los agentes sociales de la comunidad política que lo eligió. Que tenga oídos para organizaciones alineadas e incondicionales, pero y también, con la sociedad civil crítica, no alineada, contestataria es cierto, pero siempre activa en el marco de los derechos civiles.
De manera pues, que a tres meses de la administración de Manuel Barro, es bueno recordarle el concepto “ciudadano” que aparece a la mitad de la lista; con mérito, para que el munícipe Manuel Barro Borgaro empiece a conjugarlo en presente y futuro.
Y siempre que pueda, con convicción, que lo multiplique a la enésima potencia.
Vuelvo al principio: la presencia de ingenieros en política es vista con ojos, si no desconfiados, sí al menos dubitativos. ¡Así nos fue a los sonorenses en el pasado reciente con los ingenieros!
Y el consejo finsemanario para el Ing. Manuel Barro Borgaro: hay que escuchar a la cabeza, pero dejar hablar al corazón…