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Entierran fraude electoral

Humberto Musacchio
Martes 18 de Marzo de 2008
 
Como era de esperarse, la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó, por seis a votos a cinco, que el amparo no procede en materia electoral, y de esta manera negó a un particular —y de paso a todos los mexicanos— la posibilidad de conocer el número de votos efectivos, cuántos obtuvo cada partido, los anulados y las boletas que no se utilizaron.

El argumento fue que “tratándose de leyes o actos que se vinculen con derechos políticos o en materia electoral, el juicio de amparo es improcedente”, lo que sería válido si el conocimiento de las boletas tuviera como fin echar abajo el dictamen de las autoridades en torno al cochinero comicial de 2006, lo que no es el caso.

En contra de esa interpretación que atenta contra el derecho que tenemos los ciudadanos a conocer la verdad, más allá de la decisión de los tribunales, votaron cinco ministros: Genaro Góngora Pimentel, José Ra¬món Cossío, Sergio Valls, Juan Silva Meza y Olga Sán¬chez Cordero. El argumento de éstos es que no estaba a debate un asunto propiamente electoral, pues no se promovió el amparo negado “para determinar quién debe ser presidente… (en tanto que) la elección fue hecha y declarada válida por el Tribunal Elec¬toral”. El amparo solicitado, se dijo en la Corte, tiene en ese caso “fines periodísticos o académicos”.

En efecto, en medio del fangal de 2006, los integrantes del Tribunal Elec¬toral emitieron un fallo inapelable que ya tuvo efectos prácticos e irreversibles en términos jurí¬dicos: declararon ga¬nador al candidato de la derecha pese a que para el caso ellos mismos enumeraron una larguísima lista de anomalías que en cualquier país democrático hubieran llevado a la anulación de los comicios.

Los magistrados que sumisamente aceptaron dar por buenos los sospechosos resultados electorales ya se fueron a su casa, jubilados con opulentas pensiones que más parecen un botín. Ahora, con su determinación, la Corte da un paso más en el propósito de sepultar lo ocurrido en 2006, sea alguna evidencia de fraude o de irregularidad siquiera.

A todos los involucrados en las tropelías de ese año les urge echar tierra sobre la materia excrementicia, destruir toda evidencia de sus complicidades, así sea a costa de inferir un nuevo agravio que avive el rencor dejado por aquellas elecciones. Hay que conservar la chamba y seguir cobrando. Pero en un país dividido, boletas y billetes se pueden transformar en borlotes y hasta en balazos. No deberían olvidarlo.
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