El Perfume
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Lunes 05 de Marzo de 2007
Basada en una de las novelas más famosas de los últimos veinte años, la película “El perfume: historia de un asesino” es una de las adaptaciones más complicadas y que más tiempo ha costado convertir en cine. No es difícil de entender, teniendo en cuenta que el libro escrito en 1985 dedica casi la mitad de su texto a explorar y detallar la esencia de los perfumes y el olfato, demasiado intangible para el cine hasta este momento.

Incluso Stanley Kubrick decidió que la novela era ‘infilmable’, después de que otros directores como Martin Scorsese y Milos Forman le hubiesen dado vueltas a convertir el libro en película. El joven director alemán Tom Tykwer (“Lola corre”) ha conseguido en 2006 hacer casi visible los aromas que conforman la mitad de la existencia de su protagonista, el extraordinario Jean-Baptiste Grenouille, nacido sin olor propio él mismo y sin ninguna capacidad de empatía que le permita conectar con otros seres humanos. Apoyado en una bella y elocuente banda sonora y en unas sugerentes imágenes en las que los contrastes entre colores vivos y escalas casi grises marcan la tónica, Tykwer ha hecho que el espectador pueda sentir lo que conmueve a Grenouille, sepa en cada momento qué es lo que piensa un personaje que apenas emite palabra.

El británico Ben Whishaw encarna al insensible Jean-Baptiste, abandonado por su madre entre restos de pescados en el mismo minuto en que nace en el caos de un mercado, cuya infancia transcurre en un orfanato en el que los otros niños intentan asesinarle siendo un bebé, porque se dan cuenta instintivamente de que es distinto; vendido por su matrona a un productor de pieles que se comunica mejor con él a través del látigo. Whishaw transmite con su mirada una frialdad curiosa, y con sus gestos violentos, cercanos a los de un perro que captura un nuevo olor en el aire, indica hacia dónde se mueve su atención.

En la película, que se mantiene fiel al libro del alemán Patrick Süskind, Grenouille consigue presentarse a un creador de perfumes en horas bajas y hacerle ver que su ayuda le resultaría muy beneficiosa. Vemos que durante sus años de niñez Jean-Baptiste se dedica a catalogar el mundo a través, no de la vista o del sonido como la mayoría, sino del olor de las cosas. Al principio puede resultar chocante ahora que los súper héroes vuelven hacer alarde de súper-poderes en el cine, pues el poder de Grenouille no parece tan distinto a la hipersensibilidad arácnida de Spiderman. Sin embargo, cuando nos recluimos en el taller del perfumero Giuseppe Baldini, interpretado con comicidad y ternura por Dustin Hoffman, las obsesiones de Jean-Baptiste cobran forma y su extraordinaria capacidad para separar un olor de otro alcanza todo su sentido.
 
 

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