Después de varios días de intenso calor, con temperaturas que alcanzaban los 44 grados centígrados durante las horas del mediodía, llegaron el viento, los nublados y el chipi chipi que refrescaron el ambiente, dándonos un respiro en la canícula.

El amanecer del domingo despertamos por el ruido del viento que mecía los árboles y se colaba por debajo de las puertas hasta penetrar en los rincones de las casas.

Una mañana tormentosa que quedó sólo en amenaza de algo más fuerte, pero nos dejó una temperatura agradable, una bella mañana y algunos árboles que sucumbieron ante las ráfagas del viento de la madrugada, como éste que aparece en la foto y que estuvo muchos años frente al Campus Náinari del Itson.