Otra vez la mula al PLHINO, digo, al trigo (1)
Carlos MONCADA OCHOA
Viernes 23 de Mayo de 2025

Alberto Vizcarra y un grupo de enamorados del Valle del Yaqui y de Sonora, se han entregado a la noble tarea de reactivar el Plan Hidráulico del Noroeste, bajo una concepción diferente, de la que ya hablaremos. Por ahora echaré un vistazo al pasado porque en mis tiempos de reportero acumulé gran cantidad de información. Buena parte me la proporcionó el ingeniero José Luis Jardines (he suplicado a conocidos y desconocidos que me digan dónde puedo comprar su libro y no he tenido respuesta; no la amuelen. Yo también quiero criticar).

Voy a reproducir una columna que publiqué en la extinta “Crítica” del 18 de julio del 2007, que originalmente había escrito veinticinco años antes (no sé por qué andan diciendo que ya estoy viejo). Va la primera parte:

“Es difícil precisar dónde y cuándo nació la idea del PLHINO y quiénes han sido sus principales impulsores. Se sabe que los primeros estudios comenzaron en el sexenio del presidente Gustavo Díaz Ordaz, a cargo del ingeniero Luis Robles Linares, que había sido gerente de Recursos Hidráulicos en Hermosillo, y a la sazón ocupaba un puesto de cierta importancia en la Secretaría, de la que era titular el ingeniero José Hernández Terán. Éste no simpatizaba con el PLHINO y le ordenó que suspendiera los estudios; pero Robles, jugándose la chamba, los continuó.

Mientras realizaba esa labor en la sombra, se desataron los acontecimientos políticos, y con ellos, el destape de Luis Echeverría. Era entonces gobernador de Sonora Faustino Félix Serna, quien había cultivado la amistad de Echeverría cuando éste era secretario de Gobernación. Ahora, como candidato, le solicitó una entrevista con el propósito específico de hablarle del PLHINO. Le avisó, si no tenía inconveniente, que se haría acompañar por Hernández Terán y Robles Linares. Echeverría aceptól.

La invitación fue para Hernández Terán excelente noticia. A diferencia de otros miembros del gabinete díazordacista, no había sido llamado para nada por el candidato y sentía que se alejaba la posibilidad de repetir en el puesto. En cuanto a Robles Linares, Echeverría no lo conocía y sólo en el curso de la campaña se enteró de la capacidad y conocimientos de quien nombraría, al inicio de su gobierno, subsecretario de Recursos Hidráulicos. Félix Serna recuerda haber pensado que al abrir a los dos ingenieros las puertas del despacho del futuro Presidente, tendría en ellos dos defensores del PLHINO. Pero nunca acaba uno de conocer al ser humano.

Ante el candidato, el primero en hablar fue Robles Linares. Describió la situación apremiante que vivían los agricultores de Sonora, desde el Mayo hasta Caborca, con escasas precipitaciones pluviales, pobres volúmenes en las presas y la intrusión de sal en la costa. Despertó el interés de Echeverría. Luego habló el secretario.

Faustino Félix cuenta que aguardaba, tranquilo, que Hernández demostrara que el PLHINO era la solución del problema planteado por Robles. Pero, para su sorpresa, el titular de Recursos comenzó así: “No considero que el Plan Hidráulico del Noroeste sea la solución indicada. Es muy oneroso. Hay otras opciones mucho más baratas y más rápidas”.

Pasó a mencionar que en Peñasco se realizaban experimentos para desalinizar agua de mar, lo cual era estupendo para una entidad con tanto litoral al Pacífico y que se podrían canalizar volúmenes considerables de San Luis Río Colorado al sur

El gobernador, que había salido de su estupefacción, replicó indignado que la planta desalinizadora apenas producía unos cuantos galones para el consumo de las oficinas municipales y las escuelas del pueblo, pues se trataba de un pequeño programa experimental de la Universidad, y que en ninguna parte del mundo se había encontrado todavía la manera de desalinizar agua a costo, si no bajo, cuando menos razonable. Luego atacó la idea del canal de San Luis Río Colorado al sur:

“¿Va a ser un canal techado?, preguntó con mordacidad, porque como ingeniero debes conocer el porcentaje monstruoso de evaporación que tendría el agua al cruzar el desierto, y eso sin contar con que tendría que ser un canal de concreto, pues el terreno es arenoso, y el agua que no se evaporara, se filtraría”.

Mañana terminaré este relato, del que no soy autor. Es lo que me contó Faustino Félix Serna.

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