Toda ciudad tiene algo que la hace distintita de las demás: sus calles, catedral, centro de poderes, escuelas, estadios, hospitales, etc.
También se encuentran entre ellas, sus cárceles.
Ciudad Obregón ha tenido a lo largo de su historia varios lugares destinados para este fin.
Se cuenta que, en sus inicios, uno de ellos estuvo ubicado en Plano Oriente, después se reubicó por la calle Jalisco y Allende y más adelante se construyó un edificio para ese fin en el norponiente de la ciudad.
Este último se construyó en la administración de don Rodolfo Elías Calles y estaría en servicios alrededor de veinte años.
A su llegada a la gubernatura de Sonora, Faustino Félix Serna, y dado el crecimiento sostenido de la población en todas las ciudades de la entidad, dentro de sus planes de gobierno incluyó la construcción de edificios carcelarios en las ciudades más importantes del estado y que éstas estuvieran en las mejores condiciones de ayudar a la readaptación de los internos.
Dentro de este proyecto estaba un nuevo centro penitenciario en Ciudad Obregón.
Para el nuevo centro de readaptación, después de tener varias opciones, se optó por construirlo a un lado de la carretera Internacional, entre ciudad Obregón y la Comisaria de Esperanza, en aquel tiempo en las afueras de la ciudad, a una distancia de 2 kilómetros del viejo penal. Se planeó terminarlo y entregarlo para el 15 de abril de 1973, antes de terminar el mandato de Félix Serna.
Durante la noche de transición de poderes de la administración iniciada por Luis Antillón Peñúñuri y terminada por el Dr. Hernando Pola, a la del alcalde entrante Rodolfo León Manzo, se dieron varios acontecimientos que pusieron en alerta a las autoridades, dado que esa noche (15 de septiembre 1974) fueron detenidos alrededor de 300 jóvenes, lo que provocó un total hacinamiento tanto en las celdas preventivas de la policía municipal y como en la cárcel ubicada en la colonia Matías Méndez.
Dicha cárcel estaba sobrepoblada, albergaba a 126 reclusos, un número muy superior a su capacidad. Allí se encontraban personas privadas de la libertad por todo tipo de delitos, tanto del fuero federal como del fuero común; unos ya con sentencia, otros en espera de ellas, además de aquéllos que estaban solo por faltas administrativas.
El nuevo centro penitenciario estaba planeado para albergar 226 reclusos, entre varones y mujeres, teniendo espacio suficiente y calculando su crecimiento en término de 10 años. No fue entregado en la administración de Faustino Félix, pero a fínales de enero de 1974 en apariencia ya estaba terminado.
Los internos del viejo penal empezaron a hacer manifestaciones exigiendo ser cambiados al nuevo recinto, sin embargo, las autoridades no manifestaban estar interesadas en realizar esos cambios.
Por esos días se dieron varias manifestaciones por parte del estudiantado del ITSON, una de ellas protestando por el alza del transporte urbano, culminando con la quema de un camión urbano y daños también a un gran número de ellos, por lo cual fueron detenidos varios estudiantes, mismo que fueron internados en la nueva cárcel. Entre estos estaban Juan Carlos Ruiz Rubio, Luis Carlos Meza Toledo y Guadalupe Argüelles Méndez.
La tarde del día 28 de abril ocurrió una fuerte manifestación entre presos del viejo penal que provocaron fuertes incendios en el interior del inmueble.
Entre los internos del penal se encontraban los maestros Ramiro Ávila Godoy, Pablo Arábmula, Roberto Ceceña Ceceña y Felipe Pacheco Aragón, acusados injustamente de haber participado en el asalto al Banco de Comercio de Empalme la mañana del 15 de abril de 1971. En realidad ellos eran activistas sociales, jóvenes idealistas que sirvieron como "chivos expiatorios" para los jefes policiacos que tenían la orden terminante de detener a los asaltantes del banco.
Ahora se les acusaba de ser líderes del motín carcelario y las autoridades al no poder controlar las protestas, convocaron a los maestros para que fueron los negociadores entre los internos y las autoridades penitenciarias.
Las negociaciones llevadas a cabo por Ávila Godoy y Ceceña tuvieron éxito y la tarde del 30 de abril se inició el traslado de 115 internos al nuevo penal.
Si bien es cierto que el traslado a escasa distancia se llevó a cabo en medio de fuerte dispositivo de seguridad, ninguno de los 115 internos fue esposado, cada cual subía a los vehículos donde serían traslados llevando en sus manos sus pertenencias.
Como dato curioso el día 10 de febrero, adelantándose al festejo del día del amor y la amistad, las autoridades municipales habían ofrecido una comida a todos los internos del viejo centro de readaptación.
En el viejo penal ubicado en la zona nororiente de la ciudad, quedaron 10 reclusos acusados de “faltas al bando de policía y al buen gobierno”. Ahora el espacio era enorme para ellos; siguió funcionado por varios años y después se le conoció como “El Quince”, donde a quienes se internaba eran infractores de falta administrativas.
Por aquel entonces era común que cuando a alguna persona conocida por su forma recurrente en ser detenida y cuando a este se le dejaba de ver por algunos días, al preguntar a sus amigos o familiares por él, la respuesta era: Está en el quince, vuelta y tatagüila.
Lo que querían decir era que se les detenía, permanecían presos por termino máximo de quince días, salían libres y a los pocos días volvían a ser detenidos.
A la (ex)cárcel ubicada en la colonia Matías Méndez también se le han dado diferentes usos, entre ellos, fue almacén de documentación del Ayuntamiento y hoy en día funcionando como centro de tratamientos para farmacodependientes
EL Cereso actual se inauguró el día 30 de abril de 1974, de esa fecha, cuando fueron internados 115 presos, a poco más de 50 años de distancia, se albergan a alrededor de 1700 prisioneros.
Los estudiantes del ITSON Juan Carlos Ruiz Rubio, Luis Carlos Meza Toledo y Guadalupe Argüelles Méndez y los maestros, Ramiro Ávila Godoy, Pablo Arabmula, Roberto Ceceña y Felipe Pacheco Aragón, siendo de las primeras prisioneras en esa cárcel, alcanzaron la libertad al poco tiempo de haber ingresado a la nueva cárcel pomposamente llamada Centro de Readaptación Social.