Calma. No me refiero a un expresidente mexicano sino a uno del Perú, Ollanta Humala, condenado a 15 años de prisión por lavado de dinero. Llama la atención que también su esposa Nadina Heredia fue procesada y sentenciada, pero como no estaba detenida, no se presentó a la audiencia del tribunal, aprovechó el parpadeo de la justicia y corrió a la embajada de Brasil y solicitó asilo.

Aunque sin duda hay en torno de este episodio una maraña de intereses políticos, causa admiración que haya un país en donde se sanciona a los delincuentes sin que lo impida un rango social o político. Y esto de que la justicia alcance a la mujer del “ex”, es encomiable. En México se permite que la mujer del gobernador y la de los presidentes municipales, aunque sin cargo oficial, metan su cuchara y dispongan sobre los asuntos que les venga en gana.

A reserva de que estudien el caso del Perú, es aconsejable que al alcalde de Hermosillo y su esposa no se les ocurra viajar a ese país, al menos por ahora.

Por cierto que hay que poner a este alcalde en la bolsa de quienes quieren la gubernatura de Sonora y no la tendrán, inaugurada hace unos días por su colega, el alcalde cajemense. Hasta ahora, la prerrogativa para pronunciar el nombre del sucesor de Alfonso Durazo es Alfonso Durazo. A menos de que el año próximo se forme un grupo que se atreva a sostener una opinión contraria. Y afronte las consecuencias.

Y bien, lectores y lectoras, los dejo durante los próximos cuatro días. No me voy a la playa, sino a mi estudio a continuar un nuevo libro que se llamará “¡Gobernador, a la cárcel!”.

Carlosomoncada@gmail.com