Cuaresma en Cajeme
Carlos MONCADA OCHOA
Martes 15 de Abril de 2025

Así como ayer cubrí buena parte de mi columna con los títulos de las obras de Vargas Llosa, es justo reconocer también el esfuerzo modesto de producir literatura local. “Cuando el tiempo habla”, es fruto del Taller de Escritura Creativa coordinado por Guillermina López López. . Editorial, “Voces Sonhoras”.

En este librito de 48 páginas, 26 autores del Centro de Desarrollo para Adultos Mayores producen 61 párrafos en torno a cinco temas: El limón, La hoja, El mar, Mi historia y Recuerdos de Cuaresma. Una parte de los autores escogieron un solo tema, pero no pocos escribieron sobre dos, tres y hasta cuatro.

Me hizo sonreír Sonia Torres Jacobo al hablar de su viaje a México: “Cuando llegué me dolían los zapatos ¡Pobres zapatos! Supongo que los untó con vaporub. Como estamos en Cuaresma y es el tema con que cierran el libro diez noveles escritores, casi todos con el recuento de lo que comían en casa, me hicieron evocar mis propios recuerdos.

Nos educaron en la religión cristiana sin fanatismo. Nuestra obligación de niños consistía en comulgar una vez al año y asistir a las ceremonias que mis padres consideraban importantes. Si tenían lugar por la tarde, el sacrificio era cruzar la desnuda Plaza Morelos (ahora General Obregón) hasta la iglesia, porque el más suave viento levantaba un terregal.

Yo dejé de cumplir esa obligación en primero de Secundaria. Sucedió que fui a confesarme y volví a casa en el entendido de que luego de cenar no saldría, para presentarme a comulgar por la mañana limpio de pecado. Pero en cuanto oscureció oí que en la cancha que se hallaba frente a mi casa (Plaza 18 de Marzo) comenzaron a rebotar la pelota mis amigos que, como yo, estaban enviciados en el básquet. ¿Sería pecado cruzar la calle, entrar a la cancha y treparme a las gradas para verlos jugar? Claro que no.

Cuando llegué, ya habían echado un volado para escoger, cada capitán, al equipo con que se jugaría la “veintiuna” (en la mitad de la cancha). Y resulta que les caí del cielo porque ¡faltaba un jugador! ¿Sería pecado jugar un rato? Claro que no.

El básquet es un juego muy rápido y un tanto violento. Yo corría con la bola por una lateral del campo y me salí de éste. ¡Fuera, fuera!, gritó uno de mis adversarios pero lo negué (¡mentí, cometí un pecado!) y seguí volando hacia la canasta. Unos minutos después avanzaba otra vez y un contrario manoteó para quitarme el balón y lo que logró fue golpearme con fuerza en el hombro. ¡Chingado!, le dije. ¡Otro pecado!

En mi cama me pregunté, antes de dormir, si me arriesgaría a recibir la sagrada hostia pues había cometido dos pecados. Al amanecer me despertaron para que

fuera a comulgar. Me alisté con rapidez y me fui a paso veloz a la iglesia. Tomé la hostia, sentí que se me deshacía en la boca y me di cuenta de que no me había caído un rayo encima. Y tenía mucha hambre.

carlosomoncada@gmail.com

 
 

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