Al concluir la década de los 1950´s Cajeme era el municipio con mayor crecimiento económico gracias al desarrollo de las actividades agrícolas afianzadas por la construcción de la presa del Oviáchic y un sistema de riego que potenció la producción agrícola.
La cabecera municipal, esa "muchachita rica pero mal vestida y peor educada" de las primeras décadas, se convirtió en una ciudad admirada por su desarrollo urbano, la perfecta simetría de sus calles bien iluminadas y la mayoría ya con pavimento, además de ser asiento de delegaciones del gobierno federal que no existían ni en la capital del Estado, como el IMSS y varias dependencias relacionadas con las actividades agropecuarias.
En su "Historia del Valle del Yaqui", Claudio Dabdoub describe esa etapa que hoy llamaríamos "el momento de Cd. Obregón":
"No obstante su juventud, Ciudad Obregón tenía en 1960 una población de 62,460 habitantes con una capacidad adquisitiva superior al promedio nacional, lo que le da a la población ese aspecto activo y animado que le caracteriza".
Después de describir la orientación y longitud de las calles citadinas, Dabdoub añade:
"Las banquetas son anchas y, con fines ornamentales, se dejó entre ellas y el arroyo de la calle una faja de terreno para árboles y prados. Además las calles de la zona residencial orientadas de oriente a poniente tienen en el centro árboles y prados, destacando la Avenida Náinari... con sus estupendas casas residenciales que son la admiración de visitantes nacionales y extranjeros".
Continúa Dabdoub:
"Ciudad Obregón es bella y vigorosa, bien formada y en pleno desarrrollo, sin refinamientos pero franca, trabajadora y noble, con grandes ansias de superación que muy pronto habrán de realizarse".
La visión de don Claudio era compartida por muchos, la llegada de los años 60's encontró a los cajemenses muy orgullosos de su ciudad
Era la ciudad que todavía muchos recuerdan y quieren que vuelva a resurgir, algo que sólo parece posible en los discursos demagógicos de políticos. De aquella Cd. Obregón sólo quedan imágenes vagas como las de un sueño interrumpido por el calor de verano, los mosquitos y la violenta realidad actual.
De la jauja al crecimiento demográfico, de éste a la agudización de desigualdades socioeconómicas, de aquí al ahondamiento de problemas que han transformado a esta urbe en una de "las más violentas", son etapas de un proceso que debemos entender sin consideraciones alimentadas por la nostalgia y el buen ánimo que nos sugieren discursos parecidos a las recetas de superación personal.
Necesitamos una reflexión objetiva y crítica para entender la difícil etapa actual y buscar opciones realistas para el futuro inmediato de nuestra querida ciudad.