Vive Cajeme una fiesta, la Fiesta de los Libros
L. Carlos Sánchez
Domingo 12 de Noviembre de 2023

Hay una bandita que está haciendo lo suyo. Que viene y va, suben, bajan. Un trámite y otro. El ritmo vertiginoso que desencadena en libros, música, refuego de arte a la mano de todos.

Hay un niño que asoma su mirada en la lúdica seducción de un libro, allí, en la plaza, frente a palacio. Hay un niño que pinta en un caballete la ilusión de los colores que maravillan el personaje de su imaginario favorito. Otros niños emplean su tiempo en la experimentación de las fórmulas químicas, otros más ilustran la existencia de los astros.

Los títeres volverán mañana a contarnos de alegría esos sucesos fantásticos que nos regocijan el corazón.

Un septuagenario pide el micrófono, porque las palabras le urgen el deseo de compartir el pensamiento. El señor expone ante los presentes, que somos muchos, porque se habla de literatura y él aporta sus conceptos, sus ideas. Es la oportunidad preciosa porque la reunión oferta libertad para el decir.

Por eso el mote; La Fiesta de los Libros Cajeme, porque de eso se trata: salirle a bailar con la predisposición de las ideas, manifestarse, encontrar un objeto generoso que por nombre lleva libro, la sorpresa magnánima que quizá nos toque la vida para siempre.

Los tambores vibran y nos estimulan el deseo de bailar. Esa voz que cuenta historias desde el canto es una balsa en el asfalto, y uno rema al ritmo de rolas, mientras silenciosas y prudentes las carpas que albergan sabiduría esperan por nosotros ora vez. Porque la convocatoria inicial son los títulos literarios.

Empero, qué fuera de la vida sin la bendita música. Por eso el programa de La feria se acuerpa de sones que también parten de la palabra, los versos en armonía que son la elocuencia de una historia que nos pone a reflexiona mientras la cadera viene y va en un compás frenético que marca una trompeta.

Así las tardes-noches en la plaza. Un convite a la comunidad para que la poesía nos clarifique la existencia, para que la voz de quienes nos leen nos haga saber que hay motivos precisos para poner en marcha el engranaje de las ideas, o el silencio que implica y ordena el vocablo catarsis.

Hay un taller en el interior de la biblioteca adonde los siempre pretensiosos de la filosofía y el humanismo, acuden por las mañanas. Allí el estímulo de una anécdota desencadena en la fruición del conversatorio.

Emanan entonces los minutos plenos de miradas y sentires, el deseo constante de arañar con la pluma los recuerdos y evocaciones encima del papel. Leer en colectivo para retroalimentar el espíritu.

Estamos en Obregón, Sonora, y La fiesta es un presagio cargado de futuro, la ilusión de que esos jóvenes y niños permanecerán con el recuerdo de las tardes-noches de libros, libros, libros. La contrarresta a los embates cotidianos de la violencia que no deja de inscribirse en la historia contemporánea.

Por eso, a esa bandita bendita que viene y que va, que organiza y en sus pasos laten la premura y el compromiso, uff, cuánto agradecimiento les debemos ahora y siempre. Porque: ¿qué sería de nosotros sin ellos, adónde pondríamos nuestras ilusiones, en qué rincón permaneceríamos el fin de semana con el deseo siempre dispuesto a decir lo que somos, a encontrar lo que escritores nos han dicho y siguen diciendo a través de los libros?

Estas carpas, en esta plaza, este oleaje, en este mar, esta ilusión, este deseo, estas voces, este trajín, estas miradas, este rincón: la eterna constancia de que la generosidad existe. Y en ella necesitamos estar, porque es el bastión perfecto para la formación de nosotros, y de los que vienen naciendo.

Bendita Fiesta, maravilloso encuentro.  Cajeme, otra vez.

 
 

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