Frutos recientes del Concurso del Libro Sonorense (3)
Carlos MONCADA OCHOA
Domingo 4 de Diciembre de 2022

Me complace comunicar a quienes asoman a esta columna, que acabo de terminar una novela espléndida: “Nosotras”, de Suzette Celaya Aguilar, ganadora del CLS en 2020.

No pocos han tratado el tema: la eliminación de tres viejos pueblos de Sonora, con todo y habitantes, para hacerle campo al progreso, en este caso, la construcción de la presa de El Novillo. La misma Suzette obtuvo una maestría en El Colegio de Sonora con la tesis “Lo que El Novillo se llevó”, dato que me sirve para tocar la primera clarinada a los escritores sonorenses: hay que conocer a profundidad el tema que escogen para entrarle a una obra, cualquiera que sea el género literario

Las protagonistas de la historia del desalojo y extinción son mujeres: Violeta viuda de Cuesta, la abuela, prestamista que no perdona adeudos y que propicia el suicidio de su hija con su desapego e incomprensión, y la nieta, una Violeta adicional que en su momento da a luz una bebé que no se “logra” Viene al mundo sólo para morir.

La historia comienza con el fallecimiento de la abuela y el regreso al pueblo de Fermín, enamorado de juventud de Violeta aunque no padre de la malograda bebé, un tipo de armas tomar cuyo linchamiento por las mujeres del lugar pone una nota ríspida a la acción. Sin la abuela, Violeta no sólo tiene que enfrentar sus problemas personales sino además aguantar la presencia de los burócratas que presionan a los lugareños para que salgan del pueblo. Entre la mayoría que cede a las ofertas de dinero del gobierno, forma parte de una minoría que se niega a marcharse.

Pero cuando el agua comienza a llegar no vacila en tomar la decisión. En las páginas más apasionantes de la novela, con ayuda de un maduro caballero, presunto amante de la madre suicida, cava en las tumbas de ésta y de su bebé y extrae los huesos de ambas…, y me abstengo de contar el final porque no puede dimensionarse en justicia esta obra literaria si no se ha leído desde el principio.

Aplaudo el tino con que la autora traza la idiosincrasia de los serranos sonorenses, no con la repetición de términos cheros y palabras artificiosamente deformadas (“el buqui bichi”, “se había arrejuntado con fulana” y esas tonterías), sino con las actitudes, el ocultamiento de secretos amorosos que todo el pueblo conoce, la pasión del chismorreo, el deleite por la naturaleza.

Aparece esta novela bien escrita en un tiempo en que los autores inventan “recursos” y trastocan tiempos narrativos que generan confusión. Y no quiero hablar de quienes ensucian el lenguaje y atropellan el buen gusto del lector

Bienvenida esta obra que da testimonio, sin excesos demagógicos, a una de tantas tragedias que ha soportado el sonorense.

(Mis condolencias a Javier Gándara y demás familiares por el deceso de su esposa Marcela, una dama que hizo mucho bien a los sonorenses, y de manera especial, a artistas cuyo talento no hubiera fructificado sin su apoyo oportuno.)

Carlosomoncada@gmail.com

 
 

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