Espectáculos en el viejo Cajeme
Rogelio Arenas
Martes 21 de Febrero de 2017

Como el pueblo de Cajeme iba creciendo cada día más, esto ya en la década de los cincuenta, las carpas como la Ofelia, la Rosas, etc., iban saliendo también a las colonias que estaban en formación.

Don Enrique Rosas, en una de las tantas visitas que hizo a nuestra ciudad, levantó su carpa en un llano que había en lo que hoy es la Tlaxcala y 6 de Abril; dicho terreno era propiedad de doña Antonia Villegas, quien no se perdía función, acompañada de algunos vecinos.

Ya tenía don Enrique algo derrotado; se notaba en el tipo de carpa que traía, y además las entradas no eran muy numerosas. Aparte, casi a diario había función de beneficio, cosa muy usual en ese medio. Una noche de tantas, con escasa concurrencia de boleto pagado, y, claro, con la presencia de la dueña y sus invitados, don Enrique, que se posesionaba de su papel, estaba diciéndole a la primera actriz en la obra que se llamaba “Las dos madres” (con mucho acento): Mujer, ziento dezirte, pero eze hijo no es tu hijo.

En eso se divisa desde el foro, que por la parte sur de la carpa se levantaban las mezclillas (de eso estaba hecha la carpa) y empezaban a entrar varias personas, chicas y grandes, y el actor dijo ahí mismo: “¡Mantequilla (éste era un vendedor de frituras que aparte le servía de policía) “esa gente ¿a dónde va? Y la gente rompió en aplausos, creyendo que esas palabras formaban parte del libreto.

La última vez que asistí a una función en que don Enrique fungía como primer actor, fue al final de los cincuenta, en un llano de la colonia Hidalgo, en la confluencia de las calles Quintana Roo y 6 de Abril. La carpa era la Ofelia y traían como “gran artista” al que anunciaban como El Magalón de Atotonilco, que interpretaba música ranchera de moda en esos ayeres y, claro, se vestía como charro, con pistola y todo. Nada más que tenía un pequeño defectillo natural: era cachagranizo, joto, o como dicen ahora, muy puñal. Aparte venía un payasito oriundo de los barrios del DF, que, como payaso, era malón, pero como pintor rotulista era muy bueno; él era quien hacía las palmetas que ponían en las esquinas anunciando las funciones. El nombre artístico de este personaje era El Tiliches, cuya comicidad se enfocaba hacia los chistes léperos.

Este sujeto también tenía su defectillo: era muy mariguano. El decía que la mota lo inspiraba, pues en varios intervalos de las funciones diarias, salía de la carpa y se decía a sí mismo: “Tiliches necesita usted un toque para aguantar la desvelada”.

Yo creo que en el llano de la colonia Hidalgo que se ubicaba entre 6 de Abril y, Jesús García, Yucatán y Campeche, fue lugar preferido por muchas atracciones de juegos mecánicos que traían pequeñas carpas con titiriteros, carpas con fenómenos. Podemos citar a Pepito, el niño prodigio, la mujer convertida en culebra por desobedecer a sus padres, y circos que anunciaban que las águilas voladoras que desafiaban a la muerte en sus trapecios; que perchistas internacionales, aunque, en realidad, a lo mejor eran cargadores de los molinos, venidos, vaya usted a saber dónde, porque muchas veces repetían el número dos o tres veces, pues normalmente la muchacha que utilizaban para que estuviera en lo más alto de la percha siempre se les caía. Alguna vez el Circo Campa Hnos., aparte de la función circense, presentó la lucha a muerte entre un toro salvaje y un león, aparte de encuentros de lucha libre entre parejas de la localidad. Fue la última vez que vi luchar al padre Efraín.

A muchas cuadras de distancia se oía al anunciador pregonando las virtudes de los “Hermanitos Broders, grandes contorsionistas recién llegados de los mejores circos de Estados Unidos y Europa”… en fin, que la gente, aunque no les creyera, se divertía en grande.

En una de aquellas muchas carpas que visitaron la recién formada colonia Hidalgo (primero conocida como la “colonia de los locos”) hizo su aparición un personaje pintoresco: El Unico, quien se presentó con un número que llamaba “El Unico y sus perros amaestrados; más adelante fue un “mil usos”: luchador, boxeador, y hasta torero en el viejo estadio Álvaro Obregón.

Ahí mismo hubo auténticas corridas de toros, con los matadores Rafael Limón, Posadas y otros que venían del interior de la República; así mismo, el estadio se convirtió en arena de box y lucha libre. Recordemos aquellas peleas del Ratón Macías y Ramón Chino Young, o la pelea de aquel portorriqueño Miguel Berrios contra Esqueda.

También las luchas del Médico Asesino, El enfermero, Black Shadow, Blue Demon  y otros más que producían unos entradones de miedo, al despuntar los cincuenta.

Cajeme y su gente seguían siendo visitados por grandes espectáculos.

Luis G. Basurto trajo a Cajeme su obra cumbre Cada quien su vida, con Emma Fink y Raúl Ramírez en los papeles estelares. Fue presentada en la nueva arena de box la Coliseo, situada en Sufragio Efectivo y Zaragoza. Más adelante, el mismo Basurto trajo su carpa teatral que estuvo en 5 de Febrero y Náinari, donde montó obras como Los cuervos están de luto y otras de las extensas dramaturgias nacional y española. Eran funciones que el público cajemense aplaudía con agrado y que a la vez culturizaban un poco.

Anteriormente se había formado una especie de sinfónica con las bandas locales que daban serenata jueves y domingos en la plaza 18 de Marzo. A éstos músicos les descontaban impuestos por sus servicios y, claro, quienes ganaban eran los cajemenses que se deleitaban escuchando música clásica, semiclásica y popular mexicana. Por ahí escuchamos alguna vez La princesa de los Balcanes”, arias de Carmen, Corazón en la mano, etc.

Más adelante, tuvimos nuestra Banda Municipal, dirigida por el maestro Cirilo Magdalena, a quien por cierto le debemos un merecido aunque póstumo homenaje.

Incluso,  lector, este que suscribe participó con Héctor Navarrete Dondé, Chonita de García Sánchez, Roberto Orozco y otros entusiastas cajemenses, allá empezando los setenta, en una obra de teatro titulada  No quiero un sacerdote entre tú y yo, a beneficio de la iglesia que pastoreaba el presbístero Joaquín Moreno, obra en la cual fui el realizador de la escenografía.

Mi pregunta sigue siendo por qué desapareció este tipo de cultura musical, teatral, etc., de nuestro entorno.

Acepto que algunas cosas han ido desapareciendo como aquella Caravana Corona de tan buenas presentaciones y recuerdos, pero ¿y lo demás? Como la música, por ejemplo. Nos visitaba anualmente la Sinfónica del Noroeste, dirigida por el maestro Ximénez Caballero, quien alguna vez, a instancias de Navarrete Dondé, la llevara a la hermana república de Bácum.

¿Qué pasa, autoridades, qué pasa, pues, directores de cultura. Cajeme merece que se le atienda en ese aspecto. En ese aspecto bromeamos a costillas de los navojoenses y ellos sí tienen banda municipal, lo mismo que Caborca, sin siquiera tratar de igualar a Hermosillo, donde sí tienen todo tipo de eventos culturales.

En fin, algún día algún gobernante hará algo al respecto.


 
 

Copyright © 2006-2024. Todos los Derechos Reservados
InfoCajeme
www.infocajeme.com