¿Por qué no estoy en la lista de los diez más ricos de “Fortune”?
Adolfo González R.
Martes 22 de Mayo de 2007
Yo también, al igual que el célebre “Catón”, me propongo demandar a la revista "Fortune", pues también me hizo víctima de una omisión inexplicable.

Resulta que publicó la lista de los hombres más ricos del planeta, y en dicha lista, créanme mis queridos tres lectores, yo no aparezco.

Aparecen, eso sí, el sultán de Brunei, los herederos de Sam Walton (sí, ese de las tiendotas que no quieren empleados sindicalizados) y Takichiro Mori.
Figuran ahí también personalidades como la Reina Isabel de Inglaterra, Stavros Niarkos y los mexicanos Carlos Slim y Emilio Azcárraga.

Sin embargo tal como al célebre “Catón”, a mí tampoco me menciona la revista. Y yo soy un hombre rico, inmensamente rico. Y si no, vean ustedes:

Tengo vida, que recibí no sé por qué, y salud, que conservo no sé cómo.

Tengo una familia: Loyis mi esposa que al entregarme su vida me dio lo mejor de la mía; Herschel y Daniela, hijos maravillosos de quienes no he recibido sino felicidad. Tengo hermanos María de Jesús, Sonia, Nico y Antonio que son como mis amigos, y amigos que son como mis hermanos (disculpen que no los cite, pero imagínense, mi editor me cobraría el espacio).

Tengo gente que me ama con sinceridad a pesar de mis defectos, y a la que yo amo con sinceridad a pesar de mis defectos. Tengo tres lectores a los que cada día les doy gracias porque leen bien lo que yo escribo mal.

Tengo amigos que juegan al tenis, y que toleran mi inexperiencia en el golpeo de la bola, pero que celebran mis descomunales tiros cruzados, y el chirriar de mis zapatos de 120 dólares, sobre la cancha.

Tengo una caterva de amigos que disfrutan de la cerveza, de los tintos y el ron cubano, de las tapas de jamón serrano, las carnes asadas, las novelas de Fuentes y los mojitos. Tengo cientos de alumnos, que de vez en cuando me envían un chiste por correo, o me brindan una cerveza.

Tengo una casa, y en ella muchos libros (mi esposa diría que tengo muchos libros, y entre ellos una casa). Poseo un pedacito del mundo en la forma de un huerto que cada año me da naranjitas.

Tenía a la “Daysi”, una perra que no se iba a dormir hasta que llegaba, y que me recibía como si fuera yo el dueño de los cielos y la tierra.

Tengo ojos que ven y que me han permitido asomarme al mundo del cine desde los seis años en que mi madre me llevó al “Palacio Chino”, oídos que oyen; pies que caminan y manos que acarician; cerebro que piensa cosas que a otros no se les habían ocurrido.

Soy dueño de la común herencia de los hombres: alegrías para disfrutarlas y penas para hermanarme a los que sufren. Y tengo fe en un Dios bueno que guarda para mí infinito amor.

¿Puede haber mayores riquezas que las mías? ¿Por qué, entonces, no me puso la revista "Fortune" en la lista de los hombres más ricos?
 
 

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