Tarde de clarinetes en el FAOT
Javier Martínez Rosas
Domingo 22 de Enero de 2012

ÁLAMOS.- La segunda tarde del FAOT contó con la participación del Cuarteto de Clarinetes Ánemos que está integrado por Manuel Hernández Aguilar (clarinete principal de la OFUNAM), Jahaziel Aram Becerril (clarinetista de la Orquesta de la Ópera de Bellas Artes), Rodrigo Garibay (clarinetista y saxofonista solista) y Antonio Rosales (solista de clarinete bajo). El evento tuvo lugar en el Templo de la Purísima Concepción.

Horas antes de iniciar, en las calles se había alimentado el rumor de que el cuarteto era algo maravilloso, así que fue un lleno. Y esta vez, se trató de un rumor cierto. Las columnas del interior impedían ver a los músicos desde algunas butacas pero eso no desanimó a nadie entre el público.

El cuarteto preparó un programa diverso en donde ninguna obra demeritó. Empezaron con dos obras escritas originalmente para cuarteto de clarinetes. La primera fue Petit quatuor de Jean Françaix (1912-1977) una obra que consta de tres movimientos en el que domina el carácter lúdico; y la segunda, el Cuarteto no.2 Op.63 de Michael Kibbe (1945-), una obra colorista que cuenta con cuatro movimientos contrastantes.

El primer movimiento del Cuarteto no.2, es una fantasía en la que los clarinetes van tejiendo armonías increíbles, una música en verdad encantadora. El segundo movimiento, un nocturno, adquiere la calma y colores oscuros. El tercero, un scherzo, nos trajo el amanecer y el movimiento a través de arpegios y escalas. El cuarto, al final, enfatizó que esta música de Kibbe logra siempre una constante renovación que sorprende, pero que no pierde su inescrutable hilo conductor.

La ejecución e interpretación del Cuarteto de Clarinetes Ánemos fue siempre impecable, con un gran sentido agógico, dinámico y armónico. La precisión de las entradas y el profundo entendimiento musical era tal que a veces nos hacían creer que se trataba de un solo instrumento. Las armoniosas vibraciones producidas recorrían las curvas del templo y se suavizaban más hasta perderse en las orillas de las puertas.

Para finalizar la primera parte, tocaron unas divertidas e ingeniosas variaciones sobre El carnaval de Venecia, en donde el fraseo melódico de Manuel Hernández, en el primer clarinete, fue de gran arte. En la coda, el enfático ritmo provocó que el niño de la primera butaca percutiera con su pie el piso.

La segunda parte la iniciaron con cuatro danzas húngaras antiguas. Por el tipo de armonías y cadencias, se puede reconocer que se trata de danzas renacentistas. La primera sonó como un Bransle pomposo. Por momentos, quizá engañados por el estilo, el timbre de los clarinetes recordó al de las chirimías.  La segunda danza fue un lento con melodía de carácter pastoril; la tercera, titulada “Danza Delle Scapole” fue como una gallarda, y la cuarta, un saltarello que el cuarteto articulo magistralmente nota a nota.

De la música antigua el Cuarteto Ánemos nos llevó a la música urbana de George Gershwin (1898-1937). Tres preludios de ricas armonías y ritmos sincopados con una fuerte influencia del jazz y el blues. En el segundo fue obvio el blues y así lo hicieron sonar. El tercero, fue como un río corto creciendo en bravura.

Para cerrar este excelso concierto, no podía faltar el Danzón no.5 “Portales de madrugada” del compositor alamense Arturo Márquez (1950-). Un danzón exquisito y seductor que en la interpretación del Cuarteto Ánemos lo fue aún más.

El Cuarteto para Clarinetes Ánemos es una agrupación de gran calidad, de primera línea, pero que desafortunadamente se presenta muy poco. Esta vez tuvimos la fortuna de escucharlos en Álamos.

 

 
 

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