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La ceremonia formal para despedir a los dos policías asesinados el viernes se llevó a cabo en un marco natural de tristeza, dolor e incertidumbre.
La tristeza natural de un evento fúnebre y el dolor lacerante que aflige a las familias de los dos policías se expresaron en medio de la incertidumbre donde nadie sabe qué sigue en esta ola de violencia creciente.
Tristeza no sólo entre los compañeros policías, también en los rostros de muchas personas que conocieron de cerca a Jesús Alberto Navarro y Jorge Alberto Galindo. Sobre ambos sólo se expresaban palabras de agradecimiento por haber tenido la oportunidad de tratarlos alguna o muchas veces.
El dolor de las familias Navarro y Galindo es inenarrable. Sobran palabras.
La incertidumbre aplasta a todos por igual. A los policías que no saben cómo va a desarrollarse este caso en los próximos días y temen, porque es natural, que una detención de los autores del doble atentado genere más represalias por parte del grupo delictivo que lo ordenó.
Ahora reina la incertidumbre en toda la sociedad cajemense. No sólo los policías están en riesgo, también lo está el resto de la sociedad que ve cómo sigue ardiendo el fuego de la violencia criminal y las llamas se acercan cada vez más a todos, inocentes o no.
