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Estadios semivacíos: Un problema de dimensiones sociales

Sergio Anaya
Jueves 16 de Diciembre de 2021
 

Es domingo, a mediados de diciembre, y las gradas del estadio de los Yaquis tienen extensas áreas con butacas vacías.

En estas fechas de ambiente prenavideño, pago de aguinaldos y regreso de cajemenses que viven en otras ciudades, el estadio de los Yaquis registraba sus mejores entradas, pero hoy el panorama luce desolador.

Y no es por culpa del espectáculo, el beisbol de la LMP es de buena calidad, sino por la pandemia, la crisis económica y lo caro que resulta para el aficionado común asistir a un partido.

En deportes profesionales como el futbol mexicano el precio de los boletos rebasa fácilmente los 300 pesos y 400 pesos, con extremos como la "liguilla" y finales donde los boletos más baratos rebasan los mil pesos, mientras que en los partidos de la LMP el boleto de temporada regular tiene un precio promedio de 170 pesos. Sí, mucho más baratos pero la población de ciudades como Obregón, Navojoa, Los Mochis y Guasave es menor que el promedio de las plazas del futbol.

Además en éstas últimas se juega un partido cada quince días en casa del equipo, mientras que en el beisbol son 6 juegos locales en ese mismo lapso.   

El aficionado de los Yaquis debe pagar cuando menos 250 pesos por partido entre boleto (170), una cerveza (60) y una fritanga (30), porque el beisbol sólo se disfruta a plenitud con un vaso de cerveza y la botana respectiva.

Estos costos han convertido al beisbol profesional desde hace varias temporadas en un espectáculo de clases medias hacia arriba. La gente de escasos recursos, la "raza" que con su alegría, porras y gritos hacía más entrentenidos los juegos, se ha ido alejando de su espectáculo favorito. Ni siquiera los boletos gratis de bleachers alivian esta crisis pues resulta poco atractivo ver el juego a tanta distancia, además ya adentro, aún en bleachers, la cerveza, el refresco y las fritangas tienen los mismos precios que en las zonas VIP.

 

Esta situación va más allá de un análisis sobre ganancias o pérdidas de los empresarios que manejan el beisbol y ni siquiera tiene que ver con el tufo de corrupción que cubrió el proyecto del nuevo estadio.

Los empresarios tienen una justificación válida: Organizar el deporte profesional es una actividad muy costosa y de alto riesgo. Si el equipo no gana, la quiebra es inminente, incluso una buena temporada no garantiza recuperar en taquilla la inversión hecha.

De ahí la necesidad de recurrir al financiamiento vía publicidad en los uniformes, en el interior del estadio, el naming, la venta de bebidas y antojos, derechos de transmisión en radio y tv de paga, venta del nombre de la Liga asociado a marcas comerciales y casas de apuestas. 

Sumados estos financiamientos se reduce la importancia del ingreso de taquilla, tal vez por eso algunas directivas parecen indiferentes a la necesidad de recuperar el arraigo popular que alguna vez tuvo el beisbol profesional. 

 

Las dimensiones sociales de esta problemática no deben ser ignoradas por los gobiernos locales y federal, sobre todo en una situación de crisis de seguridad pública como la que vivimos en México.

Esta semana se llevó a cabo en Cd. Obregón el evento "Fandangos por la lectura", un proyecto generoso cuyo objetivo es inculcar en las nuevas generaciones el hábito de la lectura, no sólo como un instrumento de desarrollo personal sino de manera especial por el impacto que podría tener en la recomposición del tejido social el surgimiento de nuevas multitudes de lectores. Suena bien, pero que alcance su objetivo es dudoso.

En cambio la pasión por el deporte profesional sí es una realidad y su impacto social es sin duda positivo. Pero el alejamiento de los aficionados que se refleja en estadios semivacíos es un factor más que debilita el tejido social. 

Y en Cd. Obregón sabemos muy bien lo que esto significa.

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