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Este día inician las comparecencias de exfuncionarios municipales con la presentación del exalcalde Sergio Pablo Mariscal quien deberá explicar ante Cabildo las irregularidades en la información que entregó durante el proceso de entrega-recepción (E-R) con la nueva administración.
Aunque Mariscal ya adelantó que podría no presentarse y enviar su exposición por escrito o dialogar con el nuevo Cabildo a través de internet, opciones que la ley no le prohíbe, es evidente que se le ha requerido para comparecer en persona y ante un público ávido que seguirá el encuentro a través de una plataforma digital.
Estamos ante un caso inédito, sí, pero que aporta poco o casi nada a la transparencia gubernamental y menos a la democracia en el marco local. Primero, porque los datos y argumentos presentados en el proceso de E-R son muchos y su examen, rechazo o confirmación, empantanaría al Cabildo en largos debates y procedimientos que lo apartarían de temas actuales y urgentes.
Menos impacto tendrá este ejercicio en el desarrollo de la democracia o del buen gobierno, por el contrario, puede convertirse en un circo innecesario pues si hay indicios, como los debe haber ahora, de malos manejos en la administración pública, el procedimiento correcto es una auditoría a profundidad de todo lo que se hizo, se presupuestó y gastó en los tres años anteriores. Algo que se antoja difícil porque en el trayecto se verían expuestas personalidades políticas aún vigentes.
Pero en términos prácticos, una auditoría como ésa es lo correcto y debe hacerse con seriedad, capacidad técnica y responsabilidad política.
Citar a comparecer a los exfuncionarios parece una función de circo, un ejercicio para alimentar el morbo de un público proclive a los escándalos.
