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No exageren con Ocaña

Carlos MONCADA OCHOA
Viernes 29 de Octubre de 2021
 

Si un gobernador maneja con honradez el presupuesto y no lo utiliza para amasar riquezas merece que se le reconozca, pero eso no quiere decir que sea un modelo de gobernador a quien hay que imitar. Aparte de la responsabilidad financiera ha de satisfacer otras igualmente importante, a veces más importantes, como lo es el respeto al voto y a las leyes electorales.

Tienen razón los cajemenses que se quejan de las trampas que hizo Ocaña (“trampas legales”, si ustedes quieren, como cambiar el texto de las leyes a conveniencia del que gobierna) para entorpecer la campaña de Adalberto Rosas a gobernador en 1985 y desde mucho antes. Una de esas trampas consistió en burlar el resultado de la votación municipal en Cajeme, el año mencionado, arrebatando al Ayuntamiento la facultad de calificar la elección, según la norma que regía entonces, y pasarla al Congreso del Estado cuyos diputados estaban al servicio del de Arivechi.

Desde mucho antes de que se iniciara el proceso electoral para elegirle sucesor, Samuel no perdió oportunidad para decir en cuanta grabadora de reportero se puso a su alcance, que no permitiría la imposición de un candidato guacho para 1985, que debería ser alguien que hubiera pasado aquí los calorones. Pero cuando se vio frente a la decisión del presidente De la Madrid, dobló las manos sin hacer la mínima lucha por proteger la dignidad de los ciudadanos.

De la Madrid, por cierto, al calificar a los gobernadores de su sexenio, coloca entre los buenos a Ocaña, “aunque lo haya sido sólo en el terreno administrativo y económico y no en el político” (página 464 de su libro “Cambio de rumbo”).

El primer problema grave que Samuel Ocaña tuvo que enfrentar, y tempranamente, fue la denuncia pública de que uno de sus hermanos había efectuado varias operaciones de adquisición de terrenos y ranchos con millones de pesos de procedencia sospechosa. Les dio amplia difusión la columna “Los intocables”, del periodista José Luis Mejías, que se publicaba en la primera plana de “Excelsior”. Lo afectó esta publicidad negativa pero no hubo prueba de que estuviera relacionado en lo personal con las millonarias operaciones.

Hay que decir, no obstante, que si él no manoteó dinero público, si permitió que lo manoteara alguno o algunos de sus colaboradores. Por otro lado, del robo de la gubernatura al Pelón Rosas sí hay pruebas. Se mantuvieron ocultas muchos años porque Gobernación las tenía bajo reserva, pero al levantarse ésta, surgieron notas oficiales en las que consta que en 1985, de cada tres sonorenses, dos votaron por Rosas. Las exhibió el periodista Juan Carlos Zúñiga en un reportaje que logró premios nacionales.

El doctor Ocaña tiene bien aprendido su papel de ex gobernador humilde y sin fortuna. De pronto una cámara lo graba trepado en el sillón del bolero que le limpia las botas, o caminando solo por la calle o manejando un pick up que ya no huele a nuevo. Esta fase del ex mandatario deben imitarla sus sucesores, de acuerdo. Pero no todas sus fases pues en el campo electoral se alejó de la democracia.

Yo escucho con atención y respeto las opiniones del señor presidente Peje pero sé más que él de la historia política moderna de mi Estado, y afirmo que se equivoca al hacer recomendaciones políticas a los sonorenses atenido sólo a un aspecto del asunto.

carlosomoncada@gmail.com

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