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La transición gubernamental que vive Sonora no es sólo administrativa ni el simple relevo de una camarilla de partido por otra.
El momento actual puede calificarse como histórico sin exagerar pues marca el ocaso de una clase política que ha gobernado a la entidad durante décadas y el arribo de una nueva apenas en formación.
La clase politica que se va es heredera del sistema donde se modeló el Sonora actual con sus luces y sombras, éstas cada vez más oscuras y aquéllas menos refulgentes.
Heredera no en sentido figurativo sino literal. Sus personajes de más renombre, entre gobernantes y funcionarios, forman parte de familias que han detentado el poder político y económico de la entidad desde hace varias décadas. Los mismo apellidos han presidido la escena pública.
Desde las cumbres de ese poder han impuesto sus intereses particulares por encima de los intereses generales de la sociedad. Ya sea mediante el consenso, en muchas ocasiones con la adhesión de los líderes subalternos, sus interlocutores ante el pueblo, y con frecuencia por encima de la ley o vía la represión si era necesaria para sus fines.
Esta clase dirigente está en el ocaso. Fue derrotada de manera estrepitosa en las dos elecciones generales más recientes (2018 y 2021), su discurso ya no surte efecto en las mayorías y se aferra con desesperación a sus escasos triunfos en dos o tres distritos locales y en el Municpio de Hermosillo.
PRI y PAN fueron instrumentos para consolidar el poder hegemónico, ambos partidos tienen la misma esencia clasista y si alguna duda queda, la alianza electoral confirma lo que antes se negaba con vehemencia.
La última y nos vamos
El reparto de notarías públicas para funcionarios y amigos del régimen que está por concluir es una acción ilegítima pero congruente con el pasado de la clase que se va, acostumbrada a ejercer el poder sin miramientos aun cuando exhiba de manera abierta su corrupción.
Al parecer ya no les importa cuidar las formas, se saben derrotados.
Los dirigentes alistan las maletas, detrás de ellos deberían ir también los grupúsculos de comunicadores que vivían de exaltar a políticos y funcionarios a cambio de generosos apoyos. Llamarlos "intelectuales orgánicos" es una exageración; nunca fueron algo más que aduladores a sueldo con ínfulas de pavorreal.
Pero ni los aduladores mediáticos ni otros subalternos de la clase política derrotada aceptan su nueva realidad y luchan por sobrevivir en el nuevo régimen. Es natural, siempre ocurre así.
Algunos buscan acomodo con los que están por asumir el poder. Otros intentan colarse en la nómina del próximo ayuntamiento de Hermosillo, aunque los puestos y las arcas de este municipio no serán sufcientes para cobijar a todos los desplazados.
Esperando el 2024
Los que se van vivirán del recuerdo de sus glorias pasadas. Tres años para lamerse las heridas y preparar el regreso en el 2024.
Los que se van ¿son una clase en extinción o sólo en receso? La respuesta depende de los que vienen.
