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1957
La tarde traía el pan para la cena. Mi madre nos mandaba a la panadería Mamy a eso de las cinco y cuarto. A veces le tocaba ir por él a mi hermano que nunca cumplía la encomienda completa pues siempre aligeraba la bolsa de papel Estraza engullendo en el camino al menos un picón y una reina.
Un vaso de Chocomilk, un torcido relleno de frijoles refritos y una pieza de dulce eran nuestra cena temprana, cinco chamacos sin más obligaciones que dar guerra en la casa y asistir mañana y tarde a la primaria.
"La Sin Rival" de los Álvarez Messeguer, -ahí por la Galeana frente a los abarrotes "El Gallito"- fue durante nuestra niñez ruta del pan vespertino. A una calle y un callejón de distancia, el mejor pan del mundo recién horneado esperaba cada tarde en las bandejas de sus bastidores.
La panadería Mamy llegó a estar en su etapa más productiva por la calle Puebla. El área de almacenaje era una bodega a dos aguas que daba hacia el callejón República de Cuba. Esta panadería, igual que La Sin Rival, llegó a ser una de las mejores de aquel tiempo, y la bodega mencionada antes se ubicó justo frente a los Baños Julieta que administraba Chava Sanchez.
El sabor del popular pan torcido de aquellos años no lo he vuelto a encontrar en el pan blanco que ofrecen hoy las panaderías de la ciudad, el cual, contracorriente de la tendencia anti glucosa de nuestros días, tiene un sabor dulzón y no trae un dorado tronador como lo recuerdo.
Muchos años después, en una de mis estancias en Guadalajara, encontré un bolillo al que llaman Fleiman de una textura similar al pan torcido que horneaba La Sin Rival, la panadería a una calle y un callejón de distancia de nuestra casa, donde a veces despachaba la Cuquita Álvarez, mi maestra de quinto año de primaria.
