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No es una broma pero sí una ironía de nuestra realidad política: El agresivo Donald Trump puede ser la tabla de salvación del presidente Enrique Peña Nieto y su partido el PRI.
En el registro más bajo de la aceptación popular, acorralado por sus propios errores y sin opciones visibles para recuperar terreno de aquí a las elecciones del 2018, Peña Nieto parecía destinado sin remedio a entregar la banda presidencial a un candidato de oposición. Muchos priistas empezaban a ver ese panorama con resignación.
Pero la embestida de Donald Trump contra México y la amenaza de que su belicosidad siga en aumento, han provocado una reacción nacionalista en todos los sectores de la sociedad mexicana, incluyendo a los adversarios políticos de Enrique Peña Nieto -desde AMLO al PAN y PRD- que no dudaron en respaldar las decisiones que el Presidente habría de tomar en defensa de los intereses mexicanos.
Es natural que las amenazas del exterior unifiquen a la población de un país por encima de sus diferencias internas. Un caso ejemplar -no el único pero sí el más ilustrativo- fue la reacción del pueblo argentino en 1982 cuando la inminente guerra contra Inglaterra por Las Malvinas volcó el odio contra la dictadura militar en un apoyo abrumador para el presidente Leopoldo Fortunato Galtieri, miembro de esa dictadura.
Hoy, el malestar social, la indignación de los mexicanos por los excesos y la ineficiencia del gobierno peñista, manifestados en las marchas del No al Gasolinazo, parecen haber pasado a segundo término desde el viernes cuando Trump asumió el poder. Ahora la preocupación de los mexicanos es darle fuerza a Peña Nieto y que éste tenga la habilidad para defender los intereses de nuestro país.
Así, tal vez sin proponérselo y aun cuando en los discursos parezca todo lo contrario, Donald Trump se ha convertido en un factor favorable para la figura de Peña.
El mejor escenario para EPN y el PRI
Si lo anterior ha ocurrido de forma natural, sin que Trump se lo haya propuesto de manera deliberada, mayor impacto tendrá una estrategia diseñada desde Washington para fortalecer al mandatario mexicano.
Tal posibilidad no es lejana ni absurda, se inscribe en el marco de la lógica política y de los intereses norteamericanos pues más allá de la verborrea agresiva de Trump, quien parece hablar sin antes reflexionar, está la influencia real de los asesores que lo rodean y quienes con la cabeza más fría verían la necesidad de fortalecer a Peña Nieto y el PRI con miras a la elección del 2018.
Las razones para ello son contundentes: Entre los posibles candidatos a la presidencia de México, la reacción natural de los trumpistas es rechazar a López Obrador, a quien no dudan en ver como un potencial Hugo Chávez, más moderado pero igual de independiente, y rechazarán también a Margarita Zavala, la promotora de Hillary Clinton y quien no dudó en hacer campaña por la candidata demócrata entre los mexicanos radicados en E. U.
Con todo y su postura actual, obligada por las circunstancias, Peña Nieto y lo que él representa se verán desde Washington tal vez como la mejor opción para el gobierno estadounidense que puede renunciar a un muro pero no a su aspiración de imponer y mandar sobre gobiernos extranjeros.
Peña ya les dio una probadita de esto con la extradición del Chapo Guzmán, un regalo simbólico para los recién llegados a la Casa Blanca (la de Washington, no la del D.F.).
Además está el regalo que podría ser un candidato como Luis Videgaray, un amigo y aliado del infuyente yerno de Trump.
Los primeros días del nuevo gobierno son para agradecer a quienes votaron por él y es lo que haciendo Trump en estos días. Semanas después, cuando la realidad normal se vuelva a asentar, podríamos ver un trato más diplomático hacia México.
Un escenario posible donde Enrique Peña Nieto recuperaría mucho de la aceptación perdida pues, al final de cuentas, los mexicanos preferimos antes que nada la seguridad de una buena relación con el poderoso vecino del norte.
