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Una leyenda del panteón

Alejandro Mungarro Daniels
Miércoles 02 de Novimiebre de 2016
 

A decir de muchos que tienen familiares sepultados en diferentes panteones, se quejan de la cantidad de robos que sufren en las tumbas de ellos.

Curiosamente quienes tienen familiar sepultado en el panteón misión, opinan que rara vez, por no decir  nunca, les han robado algo de ellas.

Gran parte de los mexicanos tenemos la tradición o costumbre de llevar a la tumba de nuestros deudos algunas cosas que a nuestros familiares les gustaba. Por eso vemos en algunas tumbas, carritos, tráileres Etc.

Otros acostumbran  tenerles  cervezas en su diferentes marcas, unos más, botellas de vino, en algunos  hasta de Whisky, otros más se acostumbra tener siempre en las tumbas  tasas y en muchos de los casos de fina porcelana, de  café y curiosamente pese a que  estamos viviendo un tiempo en que el robo está a la orden del día, en el panteón se ha respeto el lema del  “respeto al derecho ajeno es la Paz”, cuando menos pues, se respeta el ” campo de los muertos” “Campo Santo”.

En la Tumba de Don Martín Villa, que en vida, entre otras actividades ejerció la prestación de servicios en su modalidad de Transportista de Carga, sepultado ahí hace  alrededor de quince años y en vida fue fiel devoto de San Martín de Porres, tiene en su  tumba una imagen de este Santo Peruano.

La  familia de  Don Martín, en una de sus visitas,  al poco tiempo de haberle sepultado, al  retirarse le dejaron en una charola junto a la imagen del  santo, un billete de  $-20.00 Pesos, a la siguiente semana al volver a la visitarlo  y limpiar  su tumba, encontraron la misma cantidad de $20.00 pesos, pero en dos  monedas de $10.00 Pesos.

Al retirarse  dejaron las monedas  tal y como la habían encontrado.

Curiosamente al volver  después de ocho días,  había solo dos monedas de diez pesos y un billete de veinte.

El tiempo paso y a cada visita  que le hacía su familia a Don Martín a su tumba, el dinero ahí estaba, cantidades que  alcanzaban en ocasiones hasta los cien pesos.

Al comentarle a un empleado que hacia limpieza lo que estaba pasando, es decir lo del dinero, el empleado les contestó:

En una ocasión alguien de los de aquí vio los veinte pesos y dijo que los iba tomar porque los ocupaba, pero eran en calidad de préstamo, a los días volvió y los dejó donde mismo, pero en dos  monedas de diez.

A los días el lo platicó y otra persona hizo lo mismo, los tomó y volvió a dejarlos junto con otra moneda de cinco.

Total, que se fue contando de boca en boca, que ahí había un santo que se  llama Martín, que  prestaba dinero, no en gran cantidad, pero al menos sacaba de algún apuro,  la única  condición era tomar el dinero y devolverlo antes del sábado y si se podía, agregarle cualquier otra moneda.

La gente lo hacía, unos por necesidad y otros por simple curiosidad, hasta una ardilla un día tomo unos billetes en  su hocico, yo la correteé para  no dejarle meter en su madriguera y en una vuelta pasó por la tumba y soltó los billetes. Tal vez esa ardilla  volvió más tarde y se las llevó. Quizá  también puede ser que alguien las tomó prestado y no  haya tenido tiempo de  venir a pagárselos. Pero volverá, de eso estoy seguro, porque la gente sigue viniendo a pedirle prestado a San Martín. Terminó contando el empleado.

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