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Someten a viejitos a penas innecesarias

Redacción
Martes 13 de Septiembre de 2016
 

Una anciana desmayada, otras abanicándose desesperadamente con el folder o papel que traen en la mano para mitigar el calor sofocante, ancianas y ancianos agotados de tanto esperar, quejándose de lo mal que son atendidos, es lo que han debido soportar cientos de ellos para que se les pague el apoyo de 1 mil 160 pesos que reciben cada dos meses por parte de la Secretaría  de Desarrollo Social.

En la planta baja del CUM de la calle Sufragio Efectivo y Guerrero, se instalaron las oficinas para distribuir ese apoyo. Es una lugar con escasa ventilación, oscuro y demasiado pequeño para los cientos de personas de la tercera edad que con 1,160 pesos cada dos meses buscan mitigar la pobreza, extrema en muchos casos, donde pasan sus últimos años de vida.

Por su edad, muchos llegan ya en sillas de ruedas, imposibilitados para moverse por ellos mismos, otros soportan la carga de una diabetes, alta presión, debilidad muscular y todos los males que alcanzan a la gente en este etapa de la vida.

Y a sus dolencias deben agregar un trato inhumano, muy alejado de las caras felices que exhiben los funcionarios cada vez que anuncian estos apoyos.

La queja más recurrente son las largas horas de espera, algunos llegaron un día antes, hicieron cola durante varias horas y cuando llegaron al escritorio donde los atienden, les dijeron que los documentos no estaban en regla, que debían regresar al otro día.

"Traje todo lo que nos piden y a la hora de la hora me salen con que me falta esto o me falta aquello", dice una viejita cuyas palabras son secundadas por la afirmación de otras alrededor de ella.

Otros ni siquiera tuvieron suerte de llegar el primer día hasta el escritorio burocrático. Pasaron allí soportando todo hasta entrada la tarde, cuando les dijeron que era hora de cerrar y regresaran al día siguiente.

Y así lo hicieron. Hoy regresaron desde muy temprano, muchos a las cinco o seis de la mañana si su estado de salud se los permite, otros un poco después, pero todos, cientos, antes de las ocho de la mañana.

Ya eran casi las once del mediodía y todavía muchos hacían la larga e interminable cola empapados en sudor, con el dolor de pies y piernas para la mayoría que no alcanzó una silla, amonotnados alrededor de la puerta de entrada donde piden de manera infructuosa que los atiendan, que les den oportunidad de pasar ya. Pero no se puede, antes que ellos hay otros tantos y el proceso de entrega del apoyo es demasiado lento, burocrático pues.

Un viejito se queja: Después de haber demostrado que está vivo y ordenar todos sus documentos, como exige el programa, aún no sabe si alcanzará el apoyo este día o tendrá que regresar una vez más al día siguiente. 

 

 

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