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GUAYMAS.- Tenía dos niñas, gemelitas, y una la acompañaba cuando quedaron en medio del fuego cruzado iniciado por los asaltantes en el exterior del banco Santander.
Ella murió, su niña resultó herida. Alrededor de ellas, tres hombres heridos, tirados en el suelo.
Allí quedó, sin vida, la maestra Marcela Chávez Alonso.
Se dice que la maestra estaba embarazada y que ya muerta los médicos trataron de salvar la vida de la criatura que iba en el vientre.
Que nadie diga que "estaban en el lugar equivocado", o que "son víctimas colaterales". Esas frases ya son un vil insulto, cínico, cuando las autoridades de todo tipo quieren justificar la muerte de miles de mexicanos en esta era de horror.
Tampoco impresiona, no convence a nadie, la llegada de autoridades del gobierno estatal y federal que se reúnen ahora en Guaymas para tratar el tema de la inseguridad y violencia. Un acto inútil y demagógico para lucir en los medios la "preocupación" de nuestros gobernantes.
Y se dirán muchas cosas más para destacar la actuación de las autoridades, pero nada de eso impedirá el dolor y la rabia que cada día van creciendo en nuestra sociedad que se sabe indefensa y desprotegida ante la era de terror que viven Sonora y México.
