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El trabajo médico, un riesgo

Raúl Héctor Campa García
Sábado 11 de Junio de 2016
 

El ejercicio médico se ha vuelto un riesgo profesional, no solo en México, sino en todo el mundo. El tratamiento de una enfermedad, ya sea médico o quirúrgico implica un riesgo no sólo para el paciente, sino también para nosotros los médicos. 

Los tratamiento en su mayoría requieren administrar sustancias extrañas al organismo enfermo, que por lo general producen efectos favorables para la curación o diagnóstico de un paciente, ya que estos medicamentos han pasado las etapas de investigación para uso en humanos, pero que algunas veces y dependiendo de la susceptibilidad de cada paciente pueden provocar reacciones adversas que van de leves, a moderadas o graves. Los tratamientos quirúrgicos, actualmente como todo en medicina, están muy avanzados en técnicas, que  cada vez disminuyen los riesgos, pero juntos con los eventos anestésicos, no están exentos de estos. 

En todos ellos, es importante la respuesta que cada organismo presenta; influye la edad, estado de nutrición, el tipo de patología, la comorbilidad (enfermedades agregadas), etc. 

Todo esto, los médicos lo ponemos en la balanza y valoramos el riego-beneficio de los mismos, de acuerdo a nuestro conocimiento de las enfermedades y como tratarlas; teniendo en mente que el acto médico NO TIENE INTENCIONALIDAD DE HACER DAÑO. Siempre con la premisa o la máxima de Hipócrates: Primun non nocere (lo primero es no hacer daño). Esto, muchos pacientes y sobretodo los familiares del enfermo no lo comprenden. El riesgo al tratar a un paciente lo corremos con un “estoicismo científico”, los médicos. 

Pero estadísticamente y en proporción son más, afortunadamente los éxitos, que los fracasos. Aquellos si bien es cierto la mayoría pasan desapercibidos; pero los “fracasos” (no respuesta del paciente al tratamiento) se divulgan en forma superlativa en los medios y en los últimos años, han sido motivo de injustas demandas, en la mayoría de los casos. 

Sin siquiera dar oportunidad de investigar a fondo cada caso en particular, y la precipitación amarillista de los medios, que aumentando el morbo, juzgan en la mayoría de las ocasiones sin un fundamento académico o científico. No se le pueden pedir peras al olmo. Se va perdiendo aquella BUENA relación médico-paciente. Ambos, actualmente están a la defensiva. Afortunadamente no siempre.

 

Hace más de 40 años, los médicos de los Estados Unidos de Norteamérica se han enfrentado a las demandas por supuesta mala praxis, propiciando como consecuencia, que los profesionales de la salud, no solo necesiten los servicios de un Contador para sus asuntos administrativos, sino también a raíz de aquello, tener un abogado o tener un seguro contra las demandas “por si las Flys”. 

Todo esto trae como consecuencia, no solo el aumento de los costos de los servicios médicos,  sino que ha dado cabida al mercado de las aseguradoras  (“aseguranzas dicen los pochos”) con la “oferta” de los gastos médicos mayores y “paliar un poco” el incrementos de estos costos. Bueno para los que tienen el recurso económico y para la medicina privada. 

Que pocas veces se ven inmiscuidos en estas demandas, en comparación con los médicos de Instituciones oficiales – Sector Salud- que si bien cuentan estos últimos, con un seguro ofrecido por el sindicalismo, que al decir de algunos no son confiables y lo más triste es que la misma institución por lo general se desliga del asunto cuando algunos de sus médicos es demandado por un mal ejercicio. Ofreciendo quizás una raquítica asesoría.

Tanto en forma privada como institucional, los médicos ponen sus conocimientos clínicos a su alcance y echan mano para protegerse de alguna manera, de un listado de exámenes de laboratorio y estudios de gabinete para disminuir las posibilidades de alguna demanda, quizás “abusando”- no todos y no siempre- de estos recursos. Todos los países, incluyendo a México, están viviendo una gran “epidemia” de imitación de este y otros aspectos. 

La cultura de las demandas, que desde hace más de dos o tres décadas ha sido importada a nuestro País y como en los Estados Unidos, ya no nos libraremos de ella; cuando antes de este tiempo no se perdía esa respetuosa relación Médico-Paciente. 

Esta cultura ha generado un gran negocio: “Empresas de las demandas”. Ahora, principalmente en los hospitales públicos, rondan como pájaros de “mal agüero”, algunas gentes de “despachos de abogados”, en busca de familiares de pacientes inconformes por supuesta o real mala atención.

Quizás esto, ha desvinculado un poco la Medicina Clínica, la Basada en Evidencias (MBE), accediendo un poco más a la Medicina Basada en Aparatos (MBA). Si bien es cierto, correlacionando ambas “herramientas” con fundamento, hacen más certero los diagnósticos, aunque se aumenten racionalmente los costos. Nunca hay que sobreponer la MBA a la Regla de Oro en Medicina, que es una buena clínica, parte importante de la MBE, la que está en contacto estrecho con el paciente, la que la humaniza.

Hay ocasiones que los mismo pacientes, “nos exigen” más un estudio de gabinete, que una buena clínica, “obligando” a los médicos a realizar estudios y exponerlos a riesgos innecesarios (Ejemplos estudios contrastados, de medicina nuclear, etc.). 

Por eso todo procedimiento médico que de hecho representa un riesgo debe realizarse previo consentimiento informado. Una buena explicación al paciente o en nuestro caso, como pediatras, a los padres del niño. Hablar claro, con sinceridad; evitando, de ser posible usar términos técnicos y darse entender lo más coloquial que se pueda, de acuerdo al nivel de preparación educativa del paciente o el familiar responsable. 

Ser médico implica tener una verdadera vocación de servicio, es una parte importante pero no todo, es estudiar, restar horas al sueño,  terminar una preparación formal universitaria, que suma un año de internado de Pre-grado en un hospital de enseñanza, otro año más del actual peligroso servicio social – que ya no debería ser obligatorio, si no opcional- donde la inseguridad está cada vez en aumento, con una raquítica beca, que no les alcanza ni para comer. Tiempo para esto 6 a 7 años, dependiendo del plan de estudio de cada universidad.

La realidad es que para cuando se titula un médico, las otras profesiones ya tienen 2 años ejerciendo. Posteriormente el joven médico general busca, en una difícil competencia, realizar una especialidad donde la demanda de ingreso es exagerada, más de 30 mil aspirantes, pero la oferta es poca, solo un 20 % aproximadamente logrará su objetivo, unos en un intento y otros  en más.  

Se suman otros cuatro años de estudio y entrenamiento, con guardias de 24 a 36 horas por turno (ya suman 11 años de estudios profesionales).  Y todavía algunos hacen una subespecialidad (superespecialidad) de 2 a 4 años más. Cada guardia en estas etapas, el residente sale, como aquella canción de Camilo Sesto: “Flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones”, para volver al siguiente día o año, con más vigor,  con ilusión de ser un gran especialista. Lo logra.

Una vez culminado tantos años de estudios, desvelos y malpasadas, la primera opción es ejercer en algunas de la Instituciones del Sector Salud, donde se desarrollará con entusiasmo, como si siguiera de residente, haciendo mucho por los pacientes y llenándose de experiencia. Pero no falta en ocasiones, que en su buena actitud y aptitud se tope con gente como la canción de Shakira: “Bruta, ciega, sordomuda, torpe y testadura” que le impida realizar lo que más le gusta Ser Médico, servir a la gente: Sanarla, aliviarla, o finalmente reconfortarla en alguna grave enfermedad. 

Después de tanto estudio y sacrificando tiempo a su familia (muchos realizamos la especialidad casados y con hijos), consiguen un contrato precario como especialista, en un hospital de Salubridad (segundo nivel) con sueldo máximo de 14 mil pesos mensuales, mientras que un médico de base gana el doble y un “inútil” diputado gana 12 veces más que él. ¿Es justo?

Con esa historia anterior; como dice un gran amigo y excelente médico, al recién egresado especialista con el tiempo le suceda como al toro de lidia, que recién entra al ruedo enviste con fuerza y “gallardía”, pero al poco tiempo entran los picadores (Autoridades Institucionales, falta de recursos, atención a una gran cantidad de pacientes), para disminuir sus fuertes envestidas lo laceran, para apaciguarlo y ser presa fácil del matador y perdiendo al final la batalla. Pero muchos médicos aun en esas condiciones prestan con mucho profesionalismo, una buena atención.  

Otros con mucha suerte se quedaran en unos de los grandes Institutos Nacionales de Salud, de gran prestigio y combinaran la asistencia médica y la investigación, por contar con mejores recursos. Pero también se la pasan corriendo, entre la institución y su ejercicio privado con mucho éxito.

Entonces Ser Médico, no es fácil y aunado a lo todo, se agrega el riesgo de ser demandado. Cuando en verdad un especialista de un hospital oficial, recibe pacientes graves, ya sea remitidos de otro hospital o del primer nivel de atención o de la atención privada, cuando ya se le agotan los recursos o los remiten en muy malas condiciones.

Es lamentable lo que les ha sucedido en estos últimos años a muchos jóvenes especialistas (muy poco al médico general), como los 16 de  Jalisco, 4 o 6 de Sonora y últimamente a los 2 excelentes pediatras subespecialistas (Infectólogo uno y una cardióloga pediatra) de Veracruz y muchos más, que los han tratado como criminales, sin serlo, amenazándolos de truncar una profesión realizada con mucha vocación y sacrificio. 

En cambio los verdaderos asesinos de lesa humanidad andas sueltos: los culpables de las muertes de los 49 niños de la guardería de Hermosillo, los feminicidios, los desaparecidos de Ayotzinapa y una larga estela de asesinatos, sin resolver, además del crimen impune y legalizado en varios estados y en la Ciudad de México donde cínicamente se anuncian los verdaderos criminales médicos: “Interrupción legal del embarazo” (Calzada de Tlalpan y Periférico).  

Si a la mayoría de los médicos actuales, nos preguntan, que si de volver a nacer, que profesión escogeríamos a pesar de todo lo anterior; sin duda responderíamos VOLVERIA A SER MÉDICO. 

¿Qué haría el País, sin los médicos?  La Máxima “Primun non nocere” debe aplicarse no sólo en medicina, sino en todas las profesiones, las personas y más en los encargados de los gobiernos, en los políticos, de todos los Países.

 

Este escrito lo dedico a esa gran cantidad de jóvenes médicos (mujeres y hombres) residentes, que con vocación y entusiasmo se están preparando para una especialidad, para ser mejores y estar al cuidado de millones de pacientes en México. 

A Mi hijo Raúl Héctor por su empeño en ser un gran Médico Urgenciólogo y por contribuir como maestro a la preparación de jóvenes alumnos de la Escuela Medicina de la Universidad Sonora, Campus Obregón. A todos los docentes de las Instituciones de Salud y de las escuelas de medicina del país.

#PARACAMBIARYOMEINCLUYO

Dr. Raúl Héctor Campa García.

Ciudad de México. 11 de junio de 2016.

raulhcampag@hotmail.com

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