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¿La endiablada voz de Frank Sinatra o la perfecta entonación de Tony Bennett?
Desde la sombra del pasado se oye cantar a Frank Sinatra y pronunciar como nadie la palabra splendored, tanto que se parece a su símil en español: esplendoroso.
Es un tono endiablado y emocionante, como un puñal que fuera rasgando capa a capa el corazón, con cierto sadismo, por qué no decirlo.
Siempre que escucho a Sinatra siento que cometo algún pecado desconocido, que traspaso las barreras de las buenas costumbres y que iré al infierno por ello.
No soy una entendida en crooners, pero como casi todo el mundo, no me he podido escapar del influjo de ese encantador de serpientes conocido como La Voz.
Tal vez la leyenda de su vida, que lo muestra como un mafioso al uso y un conquistador irresistible, ayude a esa sensación demoníaca que despiertan sus canciones perfectas. Por otro lado, sus ojos azules y cierto mirar sobre el hombro no impiden experimentar cierto tono trágico en sus interpretaciones magistrales.
He pensado mucho en Sinatra en estos días porque escucho un programa de la radio argentina a la madrugada donde han provocado a los oyentes con una encuesta imposible: ¿A quién prefieres, a Frank Sinatra o a Tony Bennett?
No es una pregunta para contestar a la primera. Hay que pensarlo muy bien.
¿No es acaso perfecto al gran Tony? Nacido como Anthony Dominick Benedetto hace 89 años, todavía nos sorprende con su delicada voz prístina y a menudo es llamado “el último crooner”, el que queda de un género en retroceso, aun cuando de vez en cuando aparezcan intérpretes como el canadiense Michael Bubblé para defender la tradición.
Sin esa aristocracia barrial de la que hacía gala Sinatra, Bennett ha sido por lo contrario siempre un hombre modesto, cuya máxima alegría fue cantar y cantar, construyendo un camino donde siempre el aprendizaje fue la gran motivación profesional y el combustible existencial para escapar de la pobreza y la depresión.
Hace poco, de hecho, declaró en una entrevista que todavía le queda mucho por aprender, mientras espera con buen ánimo las sorpresas que su hijo y productor Danny le tiene reservadas para sus festejos por los 90 años de vida.
Quisiera vivir en mundo donde no tuviera que elegir entre Frank o Tony. Los dos son fantásticos y a ambos los escucho con sumo placer.
Sin embargo, tengo para mí ese fuego extra y fascinante que había detrás de cada interpretación de Sinatra como un plus que me hace inclinarlo un poquito en la báscula.
Tal vez Tony sea un ángel, efectivamente. No canta como los ángeles. Él mismo es uno de ellos.
Pero Frank es un demonio que parece haber vendido su alma para poder cantar más allá de los ángeles.
Digo yo, que no entiendo nada del mundo de los crooners y sólo me hago tiempo para escuchar a Sinatra una y otra vez, una y otra vez.
