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Hace dos o tres años varias comunidades de Álamos florecían con la bonanza minera impulsada por la llegada de compañías extranjeras que realizaron fuertes inversiones para llevarse el oro y cobre que yacían en esta región.
Las vetas parecían inagotables aasí como el aumento de los ingresos en las familias que aportaban uno o varios trabajadores para la extracción de los metales. Nuevos muebles y camionetas, aparatos electrodomésticos y artículos de consumo inmediato empezaron a circular en esos poblados gracias a la bonanza minera.
Incluso los caminos vecinales por donde circulaban los pesados camiones que transportaban el producto, aparecieron rehabilitados en pocos meses.
Pero tan rápido como la bonanza llegó, así se fue. En pocos años la extracción intensiva acabó con las vetas de oro y cobre en la mina del Zapote. De 6 mil empleos que generaba la empresa concesionaria, ahora sólo quedan 600, los necesarios para extraer lo que queda de ese mineral.
En la otra mina importante, la Cobre del Mayo, hoy sólo trabaja el 50% de los hombres que laboraban allí hace dos años.
Sólo es cuestión de tiempo para que los inversionistas recojan sus equipos y se lleven lo poco que le queda a las minas. En el nuevo deterioro de los caminos vecinales se percibe el abandono previsto.
Ante esta situación, la sobrevivencia de las comunidades depende en buena medida del trabajo de las mujeres, afirma Virginia Alcaraz Valenzuela, secretaria regional de la Ugocp en Álamos.
Son ellas, dice Virginia, las que se las arreglan para que la familia salga adelante y lo hacen con sus eternas labores domésticas, por las que nunca han recibido un pago, y con su participación en proyectos productivos a los que dedican las horas que otros utilizan para descansar.
Proyectos modestos, de economía familiar como los huertos de traspatio y las manualidades, han permitido mantener el aliento y la esperanza en los rostro tristes de quienes se han quedado sin trabajo.
Virginia y la Ugocp gestionan aquí y allá, en las oficinas gubernamentales de todo nivel, para obtener los recursos que permitan sostener los proyectos productivos que generan ingresos familiares.
Es una labor tan ardua como la labor de las mujeres que apenas toman un respiro al terminar sus deberes hogareños para dedicarse enseguida al trabajo con el que aseguran la comida de mañana para sus familias.
Las artesanías, los huertos, las conservas frutales, las horas y los días alrededor de sus proyectos productivos, son la dura pero esperanzadora realidad de estas mujeres sonorenses donde la riqueza minera ya es solo un espejismo.
