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El peor lugar para ser mujer en México

Alberto Nájar y Juan Paullier / BBC Mundo
Lunes 21 de Septiembre de 2015
 

CD. DE MÉXICO.- A Dulce Cristina Payán Urvano se la llevaron de la puerta de su casa el domingo 15 de enero de 2012.

Su hermana Abigail vendía discos detrás de la entrada del hogar y escuchó cómo Dulce se reía con su novio.

A las 8.30 de la noche una furgoneta se detuvo y ambos desaparecieron. Al novio lo soltaron al rato, pero ella apareció muerta horas después. Tenía 17 años.

En la sala de la casa de los Payán, la recuerdan con un altar en un rincón, decenas de osos de peluche e imágenes suyas. "Descanse en paz", dicen algunas, y están decoradas con dos lazos negros.

Su padre, Pedro, no disimula la indignación que le produce lo que le sucedió a su hija y lo que sigue ocurriendo en la zona donde vive.

La colonia Hank González es de las más vulnerables del municipio donde más feminicidios (asesinatos de mujeres por razones de género) han ocurrido en México en el último tiempo.

En todo el país no hay peor lugar para ser mujer que Ecatepec.

Si México es un país que se ha ido acostumbrando a convivir con la idea de que la vida no vale, lo que ocurre con las mujeres en esta zona del estado de México, apenas al norte del Distrito Federal, raya lo absurdo.

Es un lugar donde se combina el horror de la muerte fácil, el desprecio hacia la mujer, la inseguridad generalizada y la impunidad.

La noche que su hija murió asesinada Pedro quiso salir a buscarla en la patrulla y los policías aceptaron para que vieran que estaban haciendo su trabajo.

Después de unas vueltas por el barrio le dijeron que se fuera para su casa, que seguramente era un secuestro y que lo iban a llamar para pedir un rescate.

Horas después un familiar divisó el vehículo y alertaron a los policías. Y aunque fueron hasta el lugar y encontraron a uno de los presuntos responsables en la furgoneta, las autoridades le dijeron a Pedro que se fuera a dormir y que se presentara en la comisaría a las 8:00 am del día siguiente.

Horas después supo que el detenido había confesado dónde estaba Dulce. Pero cuando llegó la policíala joven ya estaba muerta.

"Nada más lo tuvieron encerrado, y como no tenían más personal no podían hacer nada. No había secretarias, no había nadie de guardia. Por eso digo, para mí les falta mucha preparación,", se lamenta Pedro.

Pedro no dejaba de ir a menudo a la fiscalía para conocer los avances de la investigación porque quería ver al responsable de la muerte de su hija tras las rejas.

Un día de marzo, el novio de Dulce reconoció al asesino en la calle, le avisó a Pedro y pensaron en hacer justicia por mano propia.

"Una rabia, una desesperación de que todo lo que leí en el expediente: como había tratado a mi hija esta persona, como la había golpeado, la golpeó con un autoestéreo en su rostro, me la apuñaló varias veces, si fue algo…", recuerda.

"¿Cómo le puedo explicar? Cuando lo vi, quería hacerle lo mismo, pero como que algo me decía no. Sí lo llegué a golpear, sí llegó un momento en que lo quería asesinar, desaparecerlo, colgarlo en el parque, todo eso se me vino a la mente, pero varia gente me dijo que no haga tonterías, deja que venga la patrulla y hagan su trabajo".

"Sí, fui yo, ¿y qué?", les dijo el asesino.

Hoy está preso y todavía no ha sido sentenciado. En la familia Payán el dolor y el miedo no se van, y hablan del hueco que dejo Dulce.

"Uno se pregunta cómo a la gente buena le pasa esto", dice su hermana Abigail, de 25 años.

Por precaución cada vez sale menos de su casa, y a su hija, de 5 años, casi no la saca, asegura que no hay cómo protegerse, que le gustaría mudarse y llevarse a su hija, pero que es complicado.

"Las autoridades no hacen nada, quieren tapar. No hay seguridad, no te sirve de nada", se queja.

Las mujeres aquí cambian sus rutinas, vuelven a casa más temprano, intentan no salir solas. Y se aprende a convivir con el temor y la desconfianza.

"Es eso de no saber qué es lo les pasa a los hombres por su cabeza para hacer tanto daño... se les hace fácil, no les tiembla el corazón, asesinar a una mujer, qué poco hombre. Es de no tener amor hacia la mujer", lamenta Abigail.

"Vivo en una sociedad enferma, hay mucho odio. Pero tengo la esperanza de que esto cambie, de que mi hija no viva en una sociedad así. Tenemos que inculcarles valores a nuestros hijos, educarlos, eso empieza desde chiquitos. Las personas que hacen esto, que no les importa asesinar a su mujer, ¿cómo los educaron? ", le dice a BBC Mundo.


Texto completo en:
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/09/150831_mexico_feminicidios_ecatepec_violencia_mujeres_jp

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