Transparencia Internacional, define a la corrupción como “el mal uso del poder encomendado para tener beneficios privados”. Esto no solo incluye obtener una ganancia financiera (hablando de negocios o grupos), sino también no financiera (en lo individual, alguna concesión para el logro de un objetivo que por méritos propios nunca se daría).
Según la Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción, instrumento jurídico global para el combate de la misma, que está en vigor desde el 2005, da un enfoque descriptivo de las diversas formas de la corrupción; entre otras se enlistan las siguientes:
Sobornos de funcionarios públicos nacionales. Sobornos de funcionarios públicos extranjeros y de funcionarios de organizaciones internacionales públicas. Malversación o peculado, apropiación indebida u otras formas de desviación de bienes por un funcionario público. Tráfico de influencias. Abusos de funciones. Enriquecimiento ilícito. Soborno en el sector privado. Blanqueo del producto de los delitos de corrupción. (Fuente de: www.negocioslimpios.org/-corrupción – en-la-empresa/definición…).
La ciudadanía informada, a diario se entera de todas estas formas y de otras, de cómo se manifiestan los actos corruptos, que no solo es privativo de los políticos y gente de empresas, sino también en ocasiones en la cotidianidad de algunas personas. Desde el simple soborno para evadir un pago o una “simple multa de transito” o para acelerar un trámite burocrático, inclusive escolar o conseguir alguna colocación laboral, entre muchas más de la vida diaria. Pero esto último lo ve la mayoría como “pecata minuta”. Pero no deja de ser un acto corrupto; pero como es “menor”, va alimentando la disminución de la capacidad de asombro, ante estas formas de vida de algunas personas.
Después ve los actos de pavorosa corrupción, como los relacionados en renglones arriba, como una situación normal, sobre todo las corruptelas de la mayoría de los políticos y las actividades ilícitas o relacionadas con los narcotraficantes. Estos, los narcos, hasta se vuelven “ídolos” de muchas gentes y sobre todo de los jóvenes, para lograr bienes materiales que no podrían conseguir en trabajos lícitos y decentes. Admiran al señor de los cielos, al señor de los túneles, al líder del cartel del golfo, de los zetas, los sapos, admiran a Al Capone, a la mafia Siciliana y en su “ignorancia” le solicitan milagritos al Santo de los narcotraficantes, Jesús Malverde, llevándole medallitas y otras ofrendas a su capillita que está en Culiacán. Pronto veremos medallas colgadas al cuello de gentes, con la imagen del Chapo, de Pablo Escobar y otros notables capos.
Hace muchos años-siglos- alguien dijo (que no recuerdo) “en tiempo de las bárbaras naciones los ladrones colgaban de las cruces. Ahora en el tiempo de las luces de los pechos de los ladrones cuelgan las cruces”
Estas gentes y los políticos, como bien dijo el periodista Jacinto Faya Viesca (de Coahuila), le rinden culto al hedonismo “han creado un nuevo dios: el dios del bienestar y del consumo. Pero 50 millones de pobres en México no tienen acceso a ese dios” (dice el periodista).
Pero muy probablemente de esos 50 millones de pobres, se valen algunos malandrines y políticos para lograr sus fines y rendirle culto a su ídolo, el hedonismo. Pero no solo de algunos pobres económicamente se valen estos; también de muchos ricos, pero pobres de espíritu, faltos de dignidad (de estos hay muchos políticos).
Quizás se nos hace difícil buscar el consuelo en lo que dice el estoico filósofo griego, Epicteto: “Es mejor –decía- morir de hambre tras haber vivido sin aflicción ni miedo, que vivir en la abundancia pero con el espíritu turbado”.
O buscar el consuelo de San Francisco de Asís (de Assisis, Italia) en “Necesito poco y lo poco que necesito lo necesito poco”.
Pero tal parece que en aras, en el interés de tener más bienes materiales, la mata sigue ramificando más corrupción.
#PARACAMBIARYOMEINCLUYO
Con respeto
Dr. Raúl Héctor Campa García.
raulhcampag@hotmail.com
