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Un oasis en el vía crucis de los migrantes

Redacción
Miércoles 24 de Julio de 2013
 

La Casa del Pobre y del Migrante, ubicada en Plano Oriente, se ha convertido en un oasis para miles de migrantes que pasan por Cd. Obregón en su penosa travesía hacia la frontera norte y desde allí hacia los espejismos del sueño americano.

Muchos vienen de Centroamérica, la mayoría, pero también abundan los mexicanos del sur y en fechas recientes los pobres de Chihuahua que bajan la sierra y hacen un alto aquí antes de emprender el paso hacia la costa norte de Sonora, donde habrán de contratarse como jornaleros agrícolas.

A todos ellos, sin distingos ni reparos, abre sus puertas la Casa del Pobre y del Migrante, una institución humanitaria que funciona gracias al impulso del presbítero Alfredo Rosas y al apoyo del DIF Cajeme.

En un día normal como hoy la Casa atiende hasta 40 personas, mujeres y hombres que reciben las tres comidas calientes y nutritivas del día así como un alojamiento cómodo donde pueden recuperar sus fuerzas.

Atrás quedan el hambre, la violencia e injusticias que los han acompañado desde que salieron de sus pueblos para iniciar la azarosa aventura a bordo del tren "La Bestia", desde Chiapas al centro y norte de México, sorteando a los asaltantes, las extorsiones de la "migra" mexicana, el peligro que acecha de día y de noche.

Pasan semanas, meses, en ese vía crucis antes de llegar a la Casa del Pobre y del Migrante.

Aquí pueden quedarse hasta tres días, pero si tienen algún problema de salud o cualquier otro que les impida continuar, son atendidos y auxiliados el tiempo que sea necesario para recuperarse y continuar el viaje o regresar a sus lugares de origen.

Este el caso de Dulis Pérez Rodríguez, un joven hondureño de 26 años que llegó a la Casa en condiciones críticas, después de perder una pierna entre las llantas de acero del tren.

Él venía de regreso, desde Mexicali, donde lo pusieron las autoridades norteamericanas tras detenerlo en Phoenix.

Había tardado poco más de dos meses desde que salió de su pueblo hondureño hasta que alcanzó la frontera y entró a territorio norteamericano. Pero su aspecto físico y su humilde vestimenta lo denunció como a miles de migrantes que son detenidos en las redadas de la "migra".

Ya en México, Dulis subió al tren carguero y en Navojoa, después de varios días de no dormir, se le acabaron las fuerzas y se quedó dormido junto a las vías, lo que ocasionó el accidente donde perdió la pierna izquierda.

Sin dinero y sin ningún conocido a quien recurrir, Dulis fue auxiliado por unas personas que lo trasladaron a la Casa del Pobre y del Migrante, donde se gestionó el apoyo médico que requería con urgencia.

Ahora Dulis está recuperado, perdió la pierna pero tiene la vida por delante y la esperanza de encontrar una prótesis que le ayuda a caminar con relativa normalidad.

Deberá regresar a Honduras, él lo sabe, pero igual podría intentar de nuevo el paso hacia los Estados Unidos. No es que sea terco; pero en su tierra lo esperan el desempleo y la deseperanza.

El caso de Dulis se repite una y otra vez, con variantes pero siempre es lo mismo: Gente pobre que llega a esta Casa como llegan a un oasis los perdidos en el desierto.

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